Nuevas Crónicas Manchurianas (2): Lüshunkou / Port Arthur

Fechas: del 6 al 8 de junio de 2016.

Tras 3 estupendos días explorando Dalian a conciencia, era el momento de continuar mi camino hacia la próxima parada: Lüshunkou (también conocido como Lüshun). Aunque a primera vista sea un nombre que quizás no diga nada, su antigua denominación, Port Arthur (aún usada frecuentemente en occidente), tiene un aura mítica para los aficionados a la historia bélica. Aquí se dirimieron por tierra y mar algunas de las batallas decisivas de la guerra Ruso–Japonesa de 1904-05, con una victoria contundente de Japón que marcaría la geopolítica en la zona durante las siguientes 4 décadas.

Lüshunkou (330.000 habitantes aproximadamente) es ahora uno de los distritos de Dalian. A las afueras y un poco en medio de la nada hay dos enormes campus universitarios (el de Medicina y el de Lenguas Extranjeras), trasladados aquí hace algo menos de una década. En el segundo de ellos es donde enseña y vive Ainhoa (a la que ya presenté en el primer post de las Nuevas Crónicas Manchurianas), así que decidí aprovechar su generosa invitación y quedarme un par de días en su cuarto de invitados. Me monté en un autobús que salía de las cercanías de la plaza Zhongshan de Dalian y un par de horas más tarde me hallaba sumergido en la vida (veraniega) cotidiana de los universitarios chinos. El campus de Lenguas Extranjeras, en el que viven más de 20000 personas, es enorme y aún conserva el aire a nuevo. Las instalaciones (incluyendo las deportivas y las habitaciones del profesorado) me parecieron muy buenas y entre el lago y los muchos árboles el ambiente general era de paz y tranquilidad a pesar del bullicio estudiantil.

Caminar con Ainhoa por el campus era como hacerlo con el Papa: cada 3 pasos se encontraba con alumnos o exalumnos que le daban un abrazo e intercambiaban unas palabras en español con ella con obvio aprecio mutuo. Cenamos en el comedor un plato de noodles caseros por 10 yuanes (siendo tan barato debe de ser muy tentadora la idea de no cocinar nunca) y cerré el día volviendo a ver una película tan sencilla como preciosa que transcurre en Manchuria: El Camino a Casa (Zhang Yimou, 1999).

Hay que reconocerle a los ingleses la habilidad que siempre han tenido en lo de ponerles nombres a los sitios y que cuajen, aunque solo estuviesen de paso y por poco tiempo. Port Arthur recibió su nombre de un capitán de la Royal Navy (William C. Arthur) que estuvo en la zona durante la Segunda Guerra del Opio (1860). A finales del siglo XIX Rusia estaba expandiéndose en oriente gracias al transiberiano y necesitaba urgentemente un puerto que no se congelase en invierno (como le pasa a Vladivostok) para su flota del Pacífico y para el comercio. Por ello pusieron sus ojos en Port Arthur y en 1898 “invitaron” a los chinos a cedérselo junto con el resto de la península de Liaodong, entrando en conflicto directo con los japoneses por la hegemonía en la zona (Corea y Manchuria). La tensión entre ambas potencias fue creciendo hasta desembocar en la mencionada guerra en 1904.

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Ante el asombro del alto mando ruso (especialmente del Zar Nicolás II), que estaban convencidos de que una nación asiática nunca se atrevería a enfrentarse a un imperio europeo, Japón dio el primer golpe. El 8 de febrero de 1904 y sin previa declaración de guerra, la marina japonesa lanzó un ataque sorpresa contra la Flota del Pacífico anclada en Port Arthur. Aunque el ataque inicial no fue una victoria decisiva, tuvo un efecto devastador sobre la moral rusa y dio la iniciativa a los japoneses, que ya no la soltarían. Durante los siguientes meses la flota japonesa consiguió que los barcos rusos quedasen confinados en Port Arthur, incapaces de romper el bloqueo. En un nuevo y casi definitivo mazazo moral, los rusos perdieron a su almirante más capaz, Makarov, cuando su barco colisionó con una mina y se hundió en pocos minutos.  El asedio a Port Arthur por tierra comenzó en abril de 1904 y fue largo y sangriento, con ataques frontales que causaron miles de bajas. Para diciembre los japoneses controlaban las colinas que rodean el puerto, desde donde empezaron a bombardear sin oposición los barcos rusos, dejándolos todos hundidos o fuera de combate. Sin flota que seguir defendiendo, las fuerzas rusas se rindieron el 2 de enero de 1905.

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Tras las victorias japonesas en las campañas terrestres en Corea y el sur de Manchuria, el golpe definitivo que puso el punto final a la guerra fue la aniquilación de la flota rusa del Báltico en mayo de 1905. Ésta, en una travesía de 7 meses digna de ser contada por Homero, recorrió 33.000 kilómetros desde el Mar del Norte hasta el estrecho de Tsushima para ser hundida en cuestión de horas por la genialidad del almirante Tōgō. En el tratado que se firmó poco después, Port Arthur (rebautizada como Ryojun), Dalian y el resto de la península pasaban a manos japonesas, en las que estarían hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Por cierto, para el que le interese (poco o mucho) la guerra Ruso-Japonesa, recomiendo enormemente esta joya de blog dedicado a ella en exclusiva.

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Como Ainhoa tenía que quedarse dando clases, le pidió a Rita, una portuguesa también profesora en el campus, que se viniese conmigo a Lüshunkou. Rita es un encanto (y una crack buscando información) y su ayuda fue realmente útil para visitar la zona. Los lugares de interés turístico están muy dispersos y hay que saber moverse en taxi y en autobús (ambas cosas se complican bastante si no hablas chino como es mi caso). Además, Lüshunkou sigue teniendo zonas militares de acceso restringido (por ejemplo el antiguo  hotel Yamato no se puede visitar) y hay cierta leyenda urbana sobre que recomiendan llevar el pasaporte y andarte con ojo dónde te metes y a qué haces fotos porque te puedes meter en un lio (aclarar que yo no tuve ningún tipo de problema).

Fuimos en taxi desde el campus (26 yuanes) y la primera parada fue el museo. Construido por los japoneses en 1917, los imponentes edificios de estilo neoclásico te hacen sentir que estas en una capital centroeuropea. Los muchísimos y muy variados objetos históricos en exposición abarcan desde la edad del bronce hasta el siglo XX, incluyendo varias momias. La mala suerte quiso que el edificio que aloja todo lo relacionado con la guerra y el periodo japonés (más pequeño y bastante menos llamativo) estuviese cerrado por reformas desde hacía un año y medio, con lo que no pude entrar. Una pena.

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Monumento a los mártires soviéticos en el museo de Lushun

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Edificio principal del museo de Lushun

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El edificio con la exposición de la guerra Ruso-Japonesa

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Otro de los edificios del museo de Lushun

El revés fue compensado de sobra por la siguiente visita: la antigua prisión ruso-japonesa ahora convertida en un museo. Bueno, para ser más precisos y como suele ser habitual en China, en un Centro de Educación Patriótica. Construida por los rusos en 1902, los japoneses la expandieron considerablemente para que pudiese alojar a más de 2000 prisioneros. Una vez terminada la guerra pasó a manos soviéticas que la utilizaron como barracones del ejército. Cuando fue devuelta a los chinos estuvo abandonada un tiempo hasta que la abrieron como museo en 1971. La prisión está perfectamente preservada y recrea muy bien las lúgubres condiciones en las que se encontraban los internos, mostrando mobiliario, muchos objetos de la época y sin adornos innecesarios. La mayoría de los carteles estaban en inglés (aunque siendo un Centro de Educación Patriótica no hay que creerse todo lo que cuentan) y, dado su gran tamaño, lleva al menos un par de horas si se quiere ver a fondo, ya que bastantes de los pabellones tienen exposiciones permanentes de diversas épocas y temas. Destacar la casita-celda donde estuvo encerrado An Jung-geun, el patriota coreano que asesinó en 1909 en Harbin al legendario político japonés Ito Hirobumi por su papel destacado en la anexión japonesa de Corea.  An Jung-geun fue ahorcado en la misma prisión al año siguiente, justo cuando Corea paso a formar parte de Japón.

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Fachada y entrada de la prisión ruso-japonesa

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El patio principal de la prisión

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Casa-celda de An Jung-geun

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La sala de torturas

La última visita del día fue a East Jīguàn, una colina cercana con fortificaciones en la cima que fue tomada a sangre y fuego por los japoneses y donde hubo algunos de los más cruentos combates del asedio a Port Arthur. Fuimos hasta allí en taxi y tras negociar un rato quedamos en darle 60 yuanes por llevarnos, esperar allí una hora y dejarnos a la vuelta en el centro de la ciudad. La entrada al recinto costaba 25 yuanes, apenas había gente y el pequeño museo ya estaba cerrado. La colina está salpicada de búnkeres, casamatas, trincheras, puestos de ametralladoras y construcciones de hormigón. Hay impactos de bala y de obuses por doquier y muros semiderruidos, haciendo que sea fácil sumergirse en la batalla. Quitando la cumbre, en la que hay un monolito conmemorativo y unos cuantos cañones expuestos, el resto parece un campo de batalla en el que el polvo apenas se ha asentado tras la partida de las tropas.

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Rita asegurándose de que el cañón no funciona

Ya más familiarizado con la zona, al día siguiente fui yo solo a seguir recorriendo Lüshunkou. La visita principal del día fue la montaña de Baiyushan (40 yuanes la entrada), en la que los japoneses construyeron una torre para conmemorar su victoria en la guerra. Ésta, inaugurada en 1909 y a la que llamaron “Torre de la lealtad”, mide unos 67 metros y se llega hasta el mirador que hay en la parte de arriba tras subir 273 escalones. Ayudadas por un cielo azul y un día luminoso y perfecto, las vistas tanto de la ciudad como del puerto y la bahía fueron apabullantes. Merecen muchísimo la pena porque te ayudan a hacerte una idea de cómo fue el asedio marítimo. Al lado de la torre hay una oficina de turismo donde dan mapas de la zona y un pequeño pero interesante museo militar (incluido en el precio) con un MIG 15, una torpedera, un tanque y otros vehículos militares.

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La Torre de la Lealtad

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La entrada a Port Arthur desde el mirador de la torre

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El museo militar junto a la torre, el MIG-15 en primer plano

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La torre vista desde la pista de baloncesto del parque de la ciudad

Después de verlo todo con mucha tranquilidad, bajé de la montaña hasta el centro paseando tranquilamente. Fui a comer unos dumplings buenísimos regados con cerveza local (30 yuanes todo) al mismo restaurante que el día anterior, donde se acordaban de mí y, usando gestos, me preguntaron por Rita. El centro de la ciudad es poco atractivo y no tiene nada que merezca la pena ver. Antes de volver tuve tiempo de visitar la antigua estación de tren. Construida en el año 1900 por los rusos, es un coqueto edificio de madera de aire provincial con un pequeño vestíbulo y rematado por una cúpula. A pesar de su belleza y aunque aún tiene trafico regional, el entorno la hace pasar desapercibida y parecer una reliquia desubicada, como si el tiempo y el progreso le hubiesen pasado por encima casi sin darse cuenta.

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La antigua estación de tren de Port Arthur

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Ya de vuelta en el campus Rita y Ainhoa tuvieron el detallazo de prepararme un dossier con todas las frases que podía necesitar para lo que me quedaba de viaje, especialmente para la aventura de intentar llegar a Fangzhen. Cenamos los 3 junto con Violeta, otra chica española que es profesora en el campus, en un restaurante local fuera del perímetro de la universidad y lo pasamos muy bien. Una despedida estupenda para unos días perfectos. A la mañana siguiente me fui temprano a la estación Dalian Norte para coger el tren de alta velocidad que en algo más de 4 horas me dejaría en Harbin. Mientras esperaba para cambiar mi billete (había llegado tarde y perdido el tren) en una cola larga y lentísima, un par de chinos tuvieron la genial idea de entretenernos liándose a puñetazos porque uno de ellos se había colado, sin duda el deporte nacional. Cuando llegaron los de seguridad de la estación ya había narices sangrando, ropas desgarradas y unos cuantos videos grabados.

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Adiós a Dalian y Lushun en inmejorable compañía (De izq. a der. Violeta, Ainhoa y Rita)

¡Ya está el libro a la venta!: La mujer que visitaba su propia tumba

Nuevas Crónicas Manchurianas (1): Dalian

Nuevas Crónicas Manchurianas (3): Harbin de nuevo

Nuevas Crónicas Manchurianas (4): La UNIT 731

Nuevas Crónicas Manchurianas (y 5): Fangzhen

Todos los posts sobre China

6 comentarios en “Nuevas Crónicas Manchurianas (2): Lüshunkou / Port Arthur

  1. Genial reportaje, como siempre! una lastima no haber podido ir contigo y saludar a mi amiga Ainhoa, que ya hace mas de un anyo que no la veo.

    • Me alegro de que te haya gustado, ya sabes que te agradezco muchisimo que me pusieses en contacto con Ainhoa, hizo que mi viaje fuese mucho mejor y mas sencillo. Estaria muy bien coincidir todo alli, aunque me temo que al menos por una temporada larga no voy a volver a Manchuria/Dongbei! Saludos

  2. Interesante lugar que, conociendo un poco tus aficiones, seguro que disfrutaste un montón. Me ha gustado mucho también la curiosísima estación de tren, aunque parezca un tanto anacrónica. O quizás por eso.

    • Si Floren, la verdad es que disfrute una barbaridad. Port Arthur fue uno de los lugares mas importantes estrategicamente en la primera mitad del siglo XX y como visita relacionada con la Historia es estupenda. Y si, anacronismo es una definicion perfecta de la impresion que da la estacion de tren. Un abrazo!

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