La mujer que visitaba su propia tumba

Tras cuatro años y medio de arduo trabajo, por fin ha salido a la venta mi primer libro: «La mujer que visitaba su propia tumba. Una historia de Manchukuo».
Tras cuatro años y medio de arduo trabajo, por fin ha salido a la venta mi primer libro: «La mujer que visitaba su propia tumba. Una historia de Manchukuo».
Manchukuo, agosto de 1945. Fangzhen se convirtió en la tela de araña donde se iban quedando atrapados los colonos japoneses de la zona que iban llegando desde que se supo de la invasión soviética. Una vez allí descubrían que su ruta de huida acababa en el rio Songhua y que el ansiado barco que les llevaría de vuelta a casa no iba a aparecer.
De entre todos los lugares que son una ventana a la crueldad exhibida por los japoneses durante la época colonial, el más extremo de todos es la UNIT 731. Lo ocurrido allí les hace merecedores del poco distinguido título de “los nazis del este”.
De todas las ciudades de Manchuria/Dongbei que vi el año pasado, Harbin fue la que más me sorprendió y la más bonita con diferencia. Yo ya la conocía por su mundialmente famoso festival de hielo que todos los años atrae a miles de turistas en pleno invierno, pero no me esperaba la magnitud y belleza de su esplendorosa herencia rusa. Tocaba volver porque me había dejado dos espinas clavadas, una grande y una pequeña, y era hora de sacarlas.
Aunque Lüshunkou quizás no diga nada, su antigua denominación, Port Arthur tiene un aura mítica para los aficionados a la historia bélica. Aquí se dirimieron por tierra y mar algunas de las batallas decisivas de la guerra Ruso–Japonesa de 1904-05. Un lugar lleno de historia.
Justo un año después de mi primer viaje a Manchuria, era hora de volver para ver los sitios que me quedaron pendientes, quitarme alguna espina clavada y cerrar el círculo manchuriano. La estratégica ciudad costera de Dalian, el antiguo Dairen japonés, fue la primera parada.
¿No dicen que viajando se aprende? En este post he puesto algunas de las cosas que he aprendido (o corroborado) en los días que estuve de viaje por Manchuria/Dongbei.
Una vez conquistada la zona de Manchuria y creado el estado “independiente” de Manchukuo, los japoneses decidieron colonizarlo siguiendo un esquema parecido al que habían hecho en Hokkaido unas décadas antes. Tras varios intentos a menor escala, a mediados-finales de la década de los 30 se creó un programa llamado “Millones a Manchukuo” para enviar allí a pueblos enteros de granjeros y agricultores de las zonas más pobres de Japón. Suzuko (la abuela de Genya), llegó a Dabalang (una aldea cerca de Huanan) en 1939 con uno de esos grupos de colonos.
Los japoneses decidieron establecer la capital de Manchukuo en Changchun y la rebautizaron como Hsinking, literalmente “la capital nueva”. La elección se debió a 2 razones: por una parte su situación geográfica era una encrucijada perfecta para el tráfico ferroviario entre China, Rusia y Corea (entonces parte de Japón). Por otra, era una ciudad pequeña y poco desarrollada que podían rediseñar a su gusto, algo que hicieron a conciencia.