Post marginales: 6.- De maletas perdidas y problemas con las aerolíneas

Intro: aquí tenéis la serie de los posts marginalesEsos posts que no le interesan a ni Dios y que están condenados al ciberostracismo y a la indifrencia de las masas desde el mismo momento en que pulsas el botón de “publicar”. Esos posts que tras pulular años por el blog apenas suman 14 visitas, 8 de ellas de tus amigos más leales y 6 de despistados que han metido las palabras equivocadas en una búsqueda de google. Esos posts que por alguna razón llaman a tu puerta y te apetece escribirlos aunque la alarma de “pérdida de tiempo” suene incesantemente en tu cerebro mientras tecleas. Sitios a los que no va (casi) nadie y temas sobre los que no interesa leer. En fin, con ustedes los posts marginales.

La primera vez que me monté en un avión fue a finales de junio de 1987. Tenía 15 años. Era un vuelo Sevilla-Londres con escala en Madrid en un DC-9 de Iberia. El destino final era la ciudad costera de Brighton, donde iba a pasar un mes practicando inglés. Como mi mochila de mano era grande y pesada, decidí facturarla en el último momento. En ella iba el pasaporte, que en aquella época era obligatorio para entrar en el Reino Unido. Cuando les dije a mis amigos “ya la recojo en Madrid y así me libro de ella en el primer vuelo”, me contestaron a coro y llorando de risa que el equipaje iba directo a Heathrow. Pálido y nervioso, tuve que entrar con la monitora y una empleada de Iberia al almacén de equipaje y rescatarla. Aunque todo acabó bien, la frase “hay que ser tonto para facturar el pasaporte” me acompañó durante años. Según mis amigos, en el primer despegue me apreté tanto el cinturón de seguridad que parecía un torniquete y me estaba poniendo de color azulado. Puede que sea una leyenda urbana, que de ellos no hay quien se fie, pero si me acuerdo que estaba sentado en la parte de atrás, justo al lado los motores, el DC-9 hacia un ruido ensordecedor y, recordemos, era mi primer vuelo…

Un DC-9 para empezar

Un DC-9 para empezar a volar

Justo un año más tarde volví a pasar el verano en Brighton. Actuando ya como un viajero experimentado no facturé el pasaporte, pero el vuelo fue emocionalmente complicado. Al entrar en el avión cogí un periódico (aun había esos lujos) y en la portada venía a toda página y con fotos el accidente de un Airbus el día anterior. Al comprobar que nuestro avión era un Airbus y por asociación de ideas, empecé a sudar la gota gorda. Aunque todo fue como la seda, no se me quitó el tembleque hasta que aterrizamos. En el regreso desde Londres fue la primera vez que perdí un avión. Un accidente forzó a cortar la carretera Brighton – Londres durante varias horas y para cuando llegamos al aeropuerto, el avión ya debía de estar poco menos que aterrizando en su destino. Éramos un grupo de unos 40 y nos fueron metiendo en vuelos a medida que podían. Como yo era de los mayores, me tocó esperar hasta el final, casi 9 horas más tarde. Para colmo nos mandaron a Málaga en lugar de a Sevilla y tuvimos que llegar a Huelva en autobús. Al final, en vez de llegar a la hora de comer, lo hicimos a las 3 o 4 de la madrugada, pero aun así cumplí con la promesa que habíamos hecho de ir a bañarnos a la playa nada más llegar.

Justo lo que quieres ver al subirte a un avión

Justo lo que quieres ver al subirte a un avión

El siguiente problema llegaría antes de dejar la década de los 80, en el verano del 89, cuando crucé el charco por primera vez. Tras un fabuloso mes en Bethlehem, Pensilvania, estaba sentado en un 747 de la PANAM que iniciaba la maniobra de despegue para llevarme de Nueva York a Madrid. De repente, el atronador ruido de sus 4 motores cesó bruscamente y el piloto anunció que volvíamos a la terminal por un problema técnico. Aparte de un acojone general, aquello causó un retraso de 4 horas, por lo que perdí el vuelo de conexión a Sevilla. Dado que el resto del grupo y los monitores se quedaban en Madrid, estaba solo y bastante perdido cuando vi que una persona de la compañía se me acercaba. Suspiré aliviado pensando que me iba a decir que, al haber sido culpa suya, se encargaban de colocarme en otro vuelo y solucionarme el problema. Sin embargo, lo que me dijo fue que mi maleta había decidido unilateralmente alargar sus vacaciones y estaba en Nueva York.

Fui al mostrador a reclamar, pero todo lo que conseguí fue un vale para un bocadillo y el que me asegurasen que me enviarían la maleta a Punta Umbría “en cuanto llegue”. Con 17 años y aún demasiado verde, me quedé allí en la sala de recogida de equipajes un poco empanado y sin estar muy seguro de qué hacer o cómo iba a volver a casa. Como los milagros existen, de repente vi a mi tío Cristóbal (un beso enorme para él allá donde esté). Por pura casualidad estaba de viaje en Madrid, mis padres habían conseguido contactarle y le pidieron que fuese a Barajas a ver si me localizaba. En aquella época sin móviles ni ninguna otra manera de enterarme de que venía, os podéis imaginar mi cara de incredulidad y felicidad absoluta al verle. Nos volvimos juntos en el Talgo esa misma tarde. Mi maleta llegó intacta una semana más tarde, pero a mi aun me escocía todo el asunto. Decidí informarme de mis derechos, y al darme cuenta como se habían desentendido de mi aprovechando mi bisoñez, me convertí en enemigo jurado de las aerolíneas y experto en reclamaciones. Y, por supuesto, cero lágrimas cuando quebró la PANAM poco después.

Pan_Am_Boeing_747-100_Clipper_Unity

¿Veis mi maleta por alguna parte?

Saltamos casi una década y nos vamos a octubre de 1998. Tras 3 maravillosas semanas en Namibia, tocaba esperar 8 horas en el aeropuerto de Johannesburgo. La mayoría del tiempo me dediqué a conseguir monedas sudafricanas, como conté en este otro post, pero nada más abrir el mostrador de Iberia (operado por Swissair) ya estaba yo allí, el primero en la cola. Al darme las tarjetas de embarque, la empleada me dijo que la cinta transportadora no funcionaba y que tenía que dejar las maletas junto a una columna frente al mostrador. Yo le dije que no me fiaba, que las iba a poner detrás del mostrador para no dejarlas en mitad de la sala, a lo que ella también se negó. Repetimos la escena un par de veces ante la impaciencia de la gente que estaba esperando, hasta que la empleada me amenazó con llamar su primo el de Zumosol y no me quedó más remedio que claudicar. Llegamos a Madrid y tras ver como la cinta daba tropecientas vueltas, el resultado fue el ya intuido: las maletas no estaban. En ese momento deseé fervientemente tener la puerta mágica de Doraemon que da título a mi blog para retorcerle el pescuezo a la encantadora chica de Swissair. Al día siguiente, ya en Vigo (donde vivía en aquella época), fui a la oficina de Iberia, sita en la calle Marqués de Valladares (¿sigue allí? ¿algún vigués en la sala?). Con la lección bastante mejor aprendida, les llevé facturas de cosas que había comprado (camisetas, unos Levi’s y productos de aseo) y me fui con un cheque por valor del equivalente a 100 dólares en pesetas. Bien.

La maleta tardó una semana que se me hizo eterna. Yo soy poco de comprar cosas, pero como uno no hacia todos los días un viaje de ese calibre en los 90, había traído bastantes regalos. Al abrir la maleta descubrí que alguien ya la había abierto antes que yo y que todos mis regalos habían desaparecido. Y de propina mi cámara de fotos. Mientras me acordaba de todo el árbol genealógico de la de Swissair y con un cabreo monumental, hice una lista detallada de lo que faltaba, precios incluidos. Me fui de nuevo a la oficina de Iberia, donde se acordaban de mí porque aparte de a por los 100 dólares, había ido varias veces a preguntar por mi maleta. Le conté a un empleado lo que me había pasado, le di la lista y le pedí un reembolso integro. Al tío le dio un ataque de risa que casi se cayó de la silla y me dijo, con buenas palabras y bastante paternalismo, que no me lo creía ni yo, insinuando además que esa lista podía ser 100% inventada. Le miré con la misma cara con la que Schwarzenegger dice “volveré” en Terminator, pero no creo que lo pillase. Me fui directamente a la policía, donde me confirmaron que podía poner una denuncia. Con ésta perfectamente mecanografiada a dos dedos, volví una vez más a las oficinas de Iberia. El trato fue diametralmente opuesto. El mismo tío que un par de horas antes me había mandado a paseo sin contemplaciones, me dijo más o menos literalmente, “pero hombre, no era necesario ir a la policía a denunciarlo, lo hubiésemos arreglado entre nosotros”. Un crack del cinismo y la hipocresía. Justo es decir que Iberia reaccionó rápido y me dieron las 82.000 pesetas que había reclamado, sin objetar nada y en tiempo record. El dinero lo invertí de la mejor manera posible: un billete para ir a Argentina al año siguiente.

En Namibia, pensando en los regalos que iba a comprar

En Namibia, pensando en los regalos que iba a comprar

El siguiente y último (por ahora) gran incidente maletero fue antes de acabar los 90, en verano del 99. Destino: el norte de la India con una parada de unos pocos días en Nepal. En un viaje en el que muchas cosas nos salieron mal, la primera de todas fue que nos perdieron las maletas a todo el grupo en el trayecto de ida. Como un plan ideado por uno de esos súper villanos de los comics, las maletas iban haciendo el mismo viaje que nosotros pero con un día o dos de retraso, llegando a los lugares donde habíamos estado cuando ya nos habíamos ido. Al final las recuperamos al final de la primera semana de viaje, cuando la tensión entre algunos miembros del grupo y el guía (un tío muy tranquilote y bastante poco eficiente) se podía cortar con un cuchillo. Dado que tuvimos la genial ocurrencia de ir en pleno monzón (más de 40 grados todos los días, 100% de humedad, diluvios espontáneos cada poco rato), necesitábamos varias mudas al día, con lo que tuvimos que comprar ropa constantemente. Yo encontré cosas de tipo occidental sin muchos problemas, pero en algunas fotos mi madre parece una extra de una peli de Bollywood, y creo que aún guarda su colección de sujetadores tipo Marilyn en alguna parte. Con mi experiencia a estas alturas no hubo problema para que Northwest pagara todas las facturas de la ropa, artículos de primera necesidad y hasta regalos (en 1999 con 100 dólares te podías traer media India). Al volver a casa solicité una indemnización y me dieron otros 100 dólares.

Mi madre y yo en la India estrenando la ropa recién comprada

Mi madre y yo en la India estrenando la ropa recién comprada

Curiosamente, y a pesar de que a partir de ese momento empecé a viajar mucho más (algo que aumentó exponencialmente al mudarme a Londres en 2004), apenas he tenido problemas importantes con las aerolíneas. Además, con la crisis tras el 11-S y la aparición de las low-cost, mi experiencia es que las aerolíneas en general se han blindado bastante y cuesta mucho más sacarles algo. Así, de memoria y un poco de pasada, estos son los otros incidentes que recuerdo:

En verano de 2000 me cancelaron un vuelo Nueva York – Columbus, pero al ser por causas meteorológicas (una tormenta eléctrica), lo único que saqué fue una tarjeta telefónica para avisar a la persona que me iba a ir a buscar al aeropuerto. Me metieron en el primer vuelo de la mañana y tuve que dormir en un banco del aeropuerto de Newark.

– En 2001, y como ya conté en este post, mi empresa me reservó un vuelo a Holanda usando mi segundo apellido y, al no ser capaz de encontrarlo, tuve que comprar otro para que me dejasen subir.

– En un vuelo de Ciudad de Panamá a Bocas del Toro, el equipaje de Izumi no lo pudieron subir al avión por problemas de peso (del equipaje, no de ella) y nos dijeron que lo enviarían en el siguiente vuelo que llegaba unas horas más tarde, cosa que hicieron.

– Casi casi pierdo el vuelo de vuelta desde las Galápagos a Quito porque la compañía decidió adelantarlo apenas 24 horas antes y no leímos el mail en el que avisaron. Lo podeis leer aquí.

– En 2013, el vuelo de British Airways que nos iba a llevar a Japón tuvo 6 horas de retraso por un fallo mecánico. Nos dieron £30 en vales para comprar comida en el aeropuerto. A la vuelta del viaje, mis intentos de que nos diesen algo más, aunque simplemente fuesen una cuantas millas, fueron infructuosos. Se escudaron en que nos habían avisado por sms con tiempo suficiente, aunque a nosotros nos llegó cuando ya íbamos en el taxi de camino al aeropuerto.

¿Habéis tenido muchos problemas con las aerolíneas? ¿Os han perdido las maletas alguna vez? Animaos a compartir vuestras historias.

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4 comentarios en “Post marginales: 6.- De maletas perdidas y problemas con las aerolíneas

  1. Venga va, me he reído un montón. Este articulo ha sido viajar en el tiempo de los inicios de la leyenda viajera del gran Tron. Lo que lo flipo son tus dotes reclamatorias. A mi en Thailandia (2007) me abrieron también la maleta y se llevaron alguna cosa, reclame y fue efectiva. Después de eso nada mas. También es verdad que desde hace unos cuantos años, llevamos toda la ropa de mano por lo que parece que el destino no se ceba con nosotros. Ahora lo que si sufrimos mucho es la perdida de la silla de paseo de Helia que no se libra en ningún viaje de acumular millas viajeras 😉

  2. Me he reído un montón leyendo este post, que malos somos los seres humanos riéndonos de las desgracias ajenas jeje, y más los españoles, pero se lo mal que se pasa por alguna trastada que nos han hecho a nosotros, por cierto si te falta trabajo te puedes ganar la vida en Hollywood. Un abrazo crack.

  3. ¿Que metiste el pasaporte en la maleta facturada??? Perdón tenía que decirlo xD jajaja
    Madre que de cosas!!! A mi, quitando un retraso por tormentas que no afectó anlos planes de viaje no me ha pasaso nada grave…
    Me he reído mucho, pero vamos…pagaba por verle la cara al tío de la reclamación!!!
    Un saludo

  4. Gracias a los 3 por los comentarios.

    Como he comentado en el post, lo curioso de todo esto es que la mayoria de las cosas me pasaron cuando viajaba mucho menos. No recuerdo incidentes similares en los 2000 o 2010. Siempre he pensado que las aerolineas hicieron algo para mejorar el proceso de gestion del equipaje porque les ocasionaria muchos gastos. Que yo recuerde, ni Ryanair ni Easyjet me han perdido nunca la maleta y apenas he tenido contratiempos con ellos a pesar de usarlos continuamente.

    Abrazos a los 3!

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