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VOLCÁN ARENAL
El mismo día que estuvimos viendo el Parque Nacional Volcán Tenorio volvimos a La Fortuna para hacer una excursión nocturna al volcán Arenal. Éramos un grupo de 12 y la primera parada fue en el rio Tabacón para bañarnos en las aguas termales. Aunque hay unos cuantos hoteles y spas en la zona, nosotros fuimos a un tramo del rio junto a una gruta artificial o túnel, con una pequeña caída que acababa en una poza. No tuvimos que pagar. El agua estaba caliente pero se aguantaba bien. El ambiente en el grupo era bueno y estuvimos una hora de charla distendida y agradable metidos hasta el cuello en la poza o tumbados en la pendiente que formaba el canal.
La visita al volcán Arenal fue un fracaso en toda la regla. Llovía a mares, con un viento cortante y frio que impedía disfrutar el paseo o las escasas (por ser de noche) vistas. La cima del volcán estaba totalmente cubierta de nubes y apenas se intuían en la lejanía chispazos que hacían que las densas nubes cambiasen de color por un instante. A pesar del entusiasmo del guía, que no paraba de contarnos cosas y pedirnos paciencia (“no todos los días la madre naturaleza nos regala sus maravillas”), en menos de una hora estábamos de vuelta, calados hasta los huesos y muertos de frio a pesar de haber llevado ropa de abrigo. Aunque nunca es buena idea comparar en los viajes, me fue imposible no tener presente durante toda la excursión la increíble subida al volcán Pacaya en Guatemala en 2006. Yo no recomendaría subir si no hace buen tiempo, especialmente por la noche, pero me imagino que las agencias te dirán que no se sabe si hace mal tiempo hasta que llegas. Y creo que si lo volviese a hacer, lo haría durante el día, para el menos poder ver algo del entorno.
MONTEVERDE
A la mañana siguiente salimos hacia la zona de Monteverde. Fuimos por la bonita carretera que bordea la Laguna de Arenal, el lago más grande del país, pasando luego por Tilarán. Tardamos algo más de 3 horas en llegar, haciendo un par de paradas cortas para hacer fotos. El paisaje era muy verde y con algunas partes realmente bonitas. La zona, una de las más turísticas de toda Costa Rica, es famosa por los dos bosques nubosos que contiene: Reserva Biológica Bosque Nuboso Monteverde y Reserva Santa Elena, aunque la primera es la más famosa y visitada de largo.
Nosotros visitamos el Bosque Nuboso Monteverde. Para acceder hay que pagar entrada, con la que te dan un mapa básico pero suficiente para la visita. Lo primero que ves es una oficina de información en la que tienen folletos con los animales y las plantas del parque y donde puedes alquilar primaticos y contratar a los guías. Hay en total unos 13 Km de senderos bien marcados y cuidados. Tardamos en recorrerlos todos entre 4 y 5 horas, caminando con tranquilidad y parando a menudo a observar la flora y fauna. A pesar de que había bastante gente en casi todos los senderos, la visita me pareció magnifica y que realmente merece la pena. El paisaje es exuberante y a ratos espectacular. A destacar las vistas desde el puente colgante y el mirador “la ventana”, desde donde se observa un buen trozo del paisaje que te rodea y, a un palmo, las nubes enganchándose en las copas de los árboles y haciéndose jirones. Dada la humedad constante de la zona aunque sea en temporada seca, los senderos habitualmente tienen barro y musgo, con lo que es mejor llevar calzado adecuado. La mezcla de altura y humedad hace que refresque, con lo que es recomendable llevar algo de abrigo ligero (un chubasquero fino es lo ideal). Aquí tenéis la web oficial de la Reserva.
Eliana insistió en que quería hacer canoping, la actividad estrella de la zona y que en 2008 estaba empezando a popularizarse. Nos dijeron que el mejor sitio de todos era Selvatura y allí fuimos por la tarde. El “ecocomplejo” (como se autodenomina) era enorme, muy bien montado y con actividades para todos los gustos. Como tengo mucho vértigo no me atreví con el canoping, pero a cambio hice el llamado skywalk, un paseo espectacular por 8 grandes puentes colgantes que te da la sensación de caminar por las copas de los árboles. Al acabar Eliana me dijo que había sido una maravilla y que lo recomendaba efusivamente. En los dos pueblos de la zona (Monteverde y Santa Elena, a unos pocos kilómetros el uno del otro) hay todo tipo de alojamiento, restaurantes, tiendas y agencias de viaje.
PLAYAS DEL COCO
El Coco es un pueblo costero situado en la parte norte de la península de Nicoya (Guanacaste). Al estar conectado con San José y Alajuela por buenas carreteras, ha ido ganando fama como lugar de fiesta para los fines de semana o como fácil acceso a la playa desde el centro del país. El pueblo no tiene demasiado encanto; está orientado al turismo y abundan las discotecas, bares, restaurantes grandes e infraestructura para el turismo de ocio. La razón por la que pasamos varios días aquí es porque habíamos leído que tenía muy buenas escuelas de buceo y yo tenía que sacarme la segunda parte del carnet de buceo (PADI).
Tardamos unas 3 horas en llegar desde Monteverde y la carretera en general estaba bastante bien. Después de preguntar en unos cuantos sitios decidimos quedarnos en Laura’s House, un B&B situado en una casa grande y con piscina. La habitación triple estaba muy limpia, era simple pero cómoda y de un tamaño razonable. La dueña fue muy agradable y nos ayudó con consejos sobre el pueblo y la zona. Aunque fue bastante más caro de lo que estábamos acostumbrados en el país hasta ese momento ($70 por noche entre los 3), me pareció recomendable.
Para comer/cenar probamos dos sitios: Papagayo’s Seafood y Jimmy’s Burguer. El primero es un restaurante de madera cerca de la orilla, con una terraza muy grande y animada. Comimos bien (pero sin locuras) por un precio bastante razonable. En el segundo ponen hamburguesas y perritos ricos y baratos, muy popular entre la gente local. En el pueblo hay tambien varios supermercados grandes.
La playa frente al pueblo, sin estar mal, no es nada del otro mundo. Suele estar llena de barcas y lanchas y no siempre limpia. Pero si te mueves un poco, por los alrededores es fácil encontrar algunas calas estupendas, casi vírgenes y mucho menos frecuentadas. Sin necesidad de coche se puede ir andando o en bicicleta a Ocotal (a unos 4Km de El Coco), que además tiene un chiringuito donde sirven comida básica pero rica. Solo un poco más lejos (6Km, 15 minutos en coche), está Playa Hermosa, muy bonita y bastante menos construida que El Coco, pero apuntando a que podía perder la tranquilidad más pronto que tarde por los proyectos a medio construir en la zona. Pero la playa más bonita de las que vimos en la zona (y según algunos ticos la mejor del país) fue la espectacular Conchal (a 35Km, 1h desde El Coco). El agua es turquesa intenso y la arena fina se mezcla con las miles de conchas pulverizadas de las que toma su nombre. Además fue, de largo, la mejor de todas para hacer snorkel.
Sacarse el PADI en Playas del Coco
Como ya he comentado anteriormente, la razón principal para pasar unos días en Playas del Coco fue porque me habían comentado que era un sitio idóneo para hacer la parte de aguas abiertas del carnet de buceo PADI. La parte de piscina y el teórico me los había sacado en Londres. Tras preguntar en varios sitios y mirar comentarios en internet, me decidí a hacerlo con Deep Blue Divings, y la verdad es que fue todo un acierto. Tanto los dueños como el monitor (un colombiano muy agradable y calmado llamado Jairo) me parecieron muy profesionales, metódicos y concienzudos, lejos de algunas historias para no dormir que me habían comentado sobre las escuelas de buceo en Latinoamérica.
El primer día hice 2 inmersiones y el segundo día 3, tras la que me dieron el PADI. Antes de cada buceo había una charla técnica explicando los ejercicios que íbamos a hacer, y si sobraba tiempo seguías al monitor en un recorrido por la zona. Entre inmersiones daban abundante fruta para recuperarte y te corregían lo necesario o te daban consejos para mejorar. En general fue todo muy disfrutable, salvo cuando estuve a punto de hacer uno de los ejercicios de flotabilidad tumbándome encima una raya de las de aguijón venenoso que estaba enterrada y mimetizada en la arena. El segundo día vino una chica estadounidense que iba en silla de ruedas, llevaba un neopreno especial con las piernas unidas. En los descansos me contó que estaba aprendiendo a bucear porque bajo el agua se sentía realmente libre, algo que no le pasaba en tierra firme. Era inspirador verla siempre llena de alegría y entusiasmo a pesar de que los ejercicios le costaban bastante más que al resto de gente. Espero que haya podido bucear y disfrutar mucho desde entonces.