Tailandia: los 1237 escalones del Tiger Cave Temple en Krabi

¿Un buda en lo alto de una de las típicas agujas de piedra del sudeste asiático al que se llega tras subir más de 1200 escalones? Suena a excursión perfecta en mi rato-sin-niña del viaje. Situado unos 7 kilómetros al noreste de Krabi, Tiger Cave Temple (Wat Tham Seua en tailandés) se ha convertido en uno de los principales atractivos turísticos de la zona. Al contrario que la mayoría de los templos famosos en Asia, su construcción es muy reciente (1975) y es su espectacularidad y no su tradición la que le ha ganado su fama actual entre los turistas extranjeros.

Según cuenta una placa, un tigre vivía por aquí y dormía en una de las cuevas de la montaña. Sus rugidos asustaban a los lugareños que, por razones obvias, llamaron a esta zona la Cueva del Tigre. En el mencionado año 1975 (2518 del calendario Thai), un monje budista llamado Jumnean Seela Settho decidió establecerse aquí con sus acólitos para vivir y dedicarse al dharma. Al tigre no debió de agradarle tan numerosa compañía y se internó en la espesura sin que se le haya vuelto a ver desde entonces.

Acordé el precio (1500 baths, febrero 2014) con una de las compañías de taxis que había a la entrada del hotel. Incluía el trayecto de ida y vuelta (35-40 minutos cada uno) y el que me esperase allí el tiempo que yo quisiera. El coche era nuevo y limpio, la carretera estaba en muy buen estado, había poco tráfico y el viaje fue muy tranquilo. Por el camino se ven las típicas agujas de piedra caliza que parecen salir de la nada en esta parte de la costa de Tailandia, todo rodeado de frondosa vegetación tropical.

La primera impresión que me dio el lugar fue que al venerable monje le han ido las cosas realmente bien en estos casi 40 años. El actual Tiger Cave Temple es un complejo bastante más grande de lo que esperaba de templos, pagodas, estatuas, casas y tiendas. Aparte de donde está situado, no me pareció especialmente atractivo. Tiene un aire exhuberante a nuevo rico y se nota que está en rápida expansión, con mención especial al enorme templo-pagoda a medio construir frente a la montaña.

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El templo original (y ahora capilla principal) está junto al aparcamiento. Es una cueva amplia y de techo bajo excavada en la roca caliza, justo en la base de la montaña. Como en muchos otros lugares budistas, al entrar hay que quitarse los zapatos como muestra de respeto. El suelo es de mármol y estaba impoluto. Una vez dentro, un joven monje clavado a Nobita el de Doraemon me puso una pulsera de la buena suerte y me alentó a que dejase unos baths como donación voluntaria. Había budas de distintos tamaños y formas por todas partes y zonas habilitadas para poder rezar. También vendían los habituales amuletos y tablillas con oraciones.

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La Tiger Cave propiamente dicha es poco más que un agujero escondido en la roca al que se llega subiendo una docena de pequeños escalones. En ella hay tigre que parece de porcelana y con cara de peluche bonachón rodeado de ofrendas. Se supone que si te fijas puedes ver huellas de las zarpas del tigre auténtico en las paredes, pero yo no fui capaz de distinguirlas. Un recoveco que hay un poco más arriba es el lugar más sagrado del templo y el buda que contiene es el más venerado de los más de 120 que hay en la sala.

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Del resto del complejo hubo un par de cosas que me llamaron la atención: una sorprendente ¿estatua? de dos aviones unidos, en plan “aerolíneas BudaTigre te llevan al nirvana sin escalas”, y unas urnas para donaciones parecidas a máquinas tragaperras de Las Vegas con un buda dentro y cada una con un día de la semana escrito.

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Bueno, y los monos. Monos por todas partes. Monos a patadas. Y con muy malas costumbres. Había numerosos carteles avisándote de que los primates te roban en cuanto te descuides, pero, pese a estar sobre aviso, me sorprendió su descaro, osadía y falta de miedo a sus primos humanos. Se lanzaban a por las mochilas y bolsas de comida sin importarle que la gente las llevase puestas, en la mano o estuviesen pendientes de ellas. Unos cabronazos de cuidado que solo parecen tenerle miedo a los perros, de los que huyen con rapidez y agilidad. ¡Andaos con ojo!

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Una vez presentados mis respetos a los monjes, deidades y felinos correspondientes, llegó el esperado momento de enfrentarse a los famosos escalones. La cumbre está a unos 600 metros de altura y para llegar a ella hay que subir los mencionados 1237 escalones. Son bastante empinados, especialmente los más cercanos a la cima, afortunadamente hay pasamanos a ambos lados. Pintado sobre los pilotes de la barandilla del lado izquierdo está la cuenta de escalones que llevas subidos.

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La ascensión es cansada (algo que los tours te recuerdan constantemente) pero no es el fin del mundo. Tomándotelo con tranquilidad y descansando cada poco se tardan unos 30-35 minutos (yo lo hice en 25 más o menos). Hay rellanos cada poco para poder pararte y recobrar el aliento. Nota para los que tengan mucho vértigo como yo: no da miedo ni a la subida ni a la bajada. Algunos consejos bastante simples: llevar agua (se puede rellenar en la cima, donde hay una fuente), evitar las horas de más calor del día y, si no se está en una gran forma física, no tomárselo como una carrera. Eso sí, al final de la bajada (que me llevó unos 20 minutos) me temblaban las piernas.

Para los/as valientes que se atrevan a subir, la recompensa es enorme. En la cima de la roca hay un templo con un enorme buda dorado sentado sobre una flor de loto y una estupa, también dorada y de gran tamaño. Alrededor hay varios altares y estatuas más pequeñas. Y por supuesto unas vistas apabullantes. Aparte de los bosques y agujas de piedra de los alrededores, si el día está claro se ve perfectamente el mar y las islas cercanas a la costa. Y también los aviones despegando y aterrizando en el cercano aeropuerto de Krabi. La tranquilidad es total y merece la pena quedarse un buen rato disfrutando del lugar y del resultado del esfuerzo.

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Al ser un sitio sagrado, aparte de quitarte los zapatos antes de acceder al suelo de loseta, evita quitarte la camiseta aunque hayas sudado a mares y haga calor. También te piden que te comportes «decorosamente» y que no des gritos ni corras. Cuando yo estuve arriba había muy poca gente y todos eran turistas extranjeros. Se supone que hay otro camino de acceso a la cima, con más escalones (1700+) pero menos empinados y menos duro en general. Yo no lo vi.

Al bajar tuve mi último encontronazo con los jodíos monos. Había un grupo de unos 20 esperando en uno de los rellanos más amplios y emboscaron a una chica asiática que iba delante mía, lanzándose varios a la vez a por su mochila. La chica los repelió como buenamente pudo pero pasó un mal trago. Cuando me tocó pasar a mi unos minutos más tarde, les miré con mi peor cara de mala leche (no es gran cosa) y con los puños extendidos y amenazantes. No se metieron conmigo, pero me siguieron inquisitivamente con la mirada hasta que se fijaron en el siguiente que venía por las escaleras por si tenía pinta de presa fácil. Aplaudí mentalmente el postre aquel de “Indiana Jones y el templo maldito”: sorbete de sesos de mono.

Para terminar os dejo un video en el que sale el templo de la cima de Tiger Cave Temple y las vistas, por si a alguien le de pereza subir

En este otro post tienes todos los detalles prácticos para organizar un viaje a Tailandia

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6 comentarios en “Tailandia: los 1237 escalones del Tiger Cave Temple en Krabi

  1. Lo de los monos ladrunzuelos no me sorprende… vi unos programas de National Geographic sobre los monos en las ciudades de la India y arrasan con todo!… pero a la vez es nuestra culpa por que los humanos les han ido robando su territorio 😦 es un problema sin fin…

    Sobre las escaleras… que tortura que te pongan cuantos!!!… yo subi una torre en Munich… ya sabia que eran muchos pero el no saber me daba esperanza de creer que «ya casi» (llegue a la cima extenuada hahaha)

    Saludos!

    • Asumo la parte correspondiente de culpa de los humanos en el asunto, pero estos monos son los mas osados y temerarios con los que me he encontrado hasta ahora.

      En la cima de la montaña decia que la altura eran 600 metros, poco menos que el doble de la Torre Eiffel. Asi que si, son muchos escalones, pero merece la pena sin duda.

      Saludos!

  2. Vaya paisaje! Mereció la pena el esfuerzo!

    Lo de las estatuas raras y máquinas…no se si habrá un sentido, pero raro es xD
    Y los monos…que cabrones por esos lares!! En Japón como les dan de comer quizás por eso no te atacan como esos…o quizás es porque son japos jajaja
    Muy buena tu pose amenazante xD

    Aps…como que no hay foto de Nobita??? O.O

    Un abrazo.

    • Los monos japos parece que controlan mas de etiqueta. He visto monos que andan pendientes de descuidos y tal, pero nunca tan lanzados.

      Bueno, y en la parte brasileira de Iguazu me emboscaron unos coaties y, tras romper las bolsas en las que llevaba la comida, se lanzaron sobre ella. Al menos sali en un monton de fotos ajenas…

      No hay foto del monje, pero me falto un pelo para preguntarle por Doraemon 😀

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