Post marginales: 3.- Viajes y Monedas (y II)

Intro: aquí tenéis la serie de los posts marginalesEsos posts que no le interesan a ni Dios y que están condenados al ciberostracismo y a la indifrencia de las masas desde el mismo momento en que pulsas el botón de “publicar”. Esos posts que tras pulular años por el blog apenas suman 14 visitas, 8 de ellas de tus amigos más leales y 6 de despistados que han metido las palabras equivocadas en una búsqueda de google. Esos posts que por alguna razón llaman a tu puerta y te apetece escribirlos aunque la alarma de “pérdida de tiempo” suene incesantemente en tu cerebro mientras tecleas. Sitios a los que no va (casi) nadie y sobre los que no interesa leer. En fin, con ustedes los posts marginales.

Viajes y Monedas (y II)

En la primera parte de este post conté de donde viene mi afición por las monedas y algunas anécdotas sobre mis desvelos para conseguirlas en sitios como Egipto, Botsuana o Argentina. Pero como decía Super Ratón: “¡no se vayan todavía, aún hay más!”…

1998, Nepal, mismo problema que en Egipto: como la rupia nepalí tenía muy poco valor no veía una moneda ni por casualidad. Así estaban las cosas cuando pasé por delante de una especie de kiosco altamente mugriento y vi que el dueño guardaba el cambio en un cubo de fregona a juego con el kiosco. El cubo tenia bastantes monedas. Y no me pude resistir: “¿Cuánto dinero tiene usted ahí?”. El kiosquero me miró primero extrañado y luego en plan “hoy es mi día de suerte” a la vez que me aseguraba que el cubo contenía “por lo menos el equivalente a 2 dólares”. Le respondí: “te doy 3 dólares y me las das con cubo y todo”. Antes de acabar la frase el cubo estaba en el mostrador y los dólares en su bolsillo. Mira que me considero poco remilgado, especialmente cuando viajo, pero lo primero que hice fue irme a una fuente cercana y lavar las monedas hasta el punto de que habría hecho enorgullecer a Míster Proper. El cubo se lo devolví al paisa antes de que me pegase alguna enfermedad aún por descubrir. El muy cachondo me preguntó  con una sonrisa que si quería hacer more business con él.

Una de las monedas del cubo (algo más limpia)

Una de las monedas del cubo (algo más limpia)

Un día más tarde, en la preciosa plaza central de Bhaktapur, vimos un mercadillo algo desangelado: pocos puestos y poca gente. Un poco apartado, había un señor sentado tras una manta puesta en el suelo sobre la que había objetos aleatorios de metal y un cofre. No estaba claro si era un puestecillo del mercado o no,  pero el pequeño cofre tenía la tapa transparente y estaba lleno de monedas. Un tesoro. Me dio permiso para curiosear y vi que eran razonablemente antiguas (finales del siglo XIX, principios del XX) y la gran mayoría bastante estropeadas. Encontré una que merecía mucho la pena y le pregunté que cuánto quería por ella. Medio dólar me dijo. Le ofrecí 2 dólares por llevarme las 10 que yo quisiera y cerró el trato sin regatear. Pocos placeres más absolutos y perfectos que el buscar alguna joya oculta en un cofre misterioso en un remoto país. El botín: 5 en razonable buen estado de Nepal, 3 de la India y dos espectaculares de Bután. Y me lavé las manos aún más a conciencia que el día anterior.

1 paisa (1902-1910) del cofre del tesoro

1 paisa (1902-1910) del cofre del tesoro

Y media rupia de Butan (1835-1910) también del cofre del tesoro

Y media rupia de Bután (1835-1910) también del cofre del tesoro

En el mismo viaje pero ya en la India, entramos en una tienda donde vendían saris y ropa. Mi madre iba a hacer la Gran Compra y yo mientras miraba distraídamente las monedas que, desperdigadas, decoraban la tienda entre objetos y adornos de estilo colonial inglés. El dueño me debió ver cara de pardillo y me dijo: “son MUY antiguas, te puedo vender una por 30 dólares”. En aquella época en cualquier numismática no costaban ni 150 pesetas (más o menos un dólar). La verdad es que me sentó regular eso de ir a tomarle el pelo al turista empanado, así que le contesté: “Mi madre está planeando comprar como 20 saris. Puedo convencerla de que los compre aquí o en la tienda de al lado. Si los compra aquí aceptaría encantado unas cuantas monedas de regalo”. Si hubiese existido la Wikipedia en aquella época, hubiesen puesto la foto del tío en el artículo “sonrisa forzada con ojos de odio puro”. Desenlace: mi madre compró los saris y algo más allí y yo me traje las monedas gratis. Media docena de monedas de la India británica bien merecen enemistarse con un indio de por vida, ¿no?.

Un cuarto de Anna lleno de mala leche

Un cuarto de Anna lleno de mala leche

Para terminar, y con el modo autoflagelación puesto, es justo que cuente la historia favorita de mi hermano de las relacionadas con las monedas, a pesar de que me arriesgo a ser lapidado públicamente y a que mis escasos lectores se vayan al blog de enfrente. En fin.

Aeropuerto de Johannesburgo. Viaje de vuelta desde Namibia. Nos toca esperar 8 horas hasta la conexión hacia Madrid. 8 horas dan para bastantes cosas, así que decido intentar conseguir todas las monedas de Sudáfrica en las tiendas del aeropuerto. A base de comprar caramelos y pagar con billetes de 1 dólar las consigo todas menos una para cuando las tiendas cierran. Paseando por la terminal, veo que a un señor bastante mayor y con cierto temblor en las manos se le caen un puñado de monedas al sacarlas del monedero. Me acerco a ayudarle a recogerlas (de esto último no estoy seguro y puede que sea algo inventado en un intento de caer bien al lector) y de repente.. ¡veo la que me falta! Y al estar en su ángulo muerto él no la ha visto…

No recuerdo si tuve dilema ético interno o no, pero si lo hubo mi cerebro lo solucionó inmediatamente dándole la orden a mi pie de ponerse encima de la moneda mientras me sentaba, sonreía al abuelo y admiraba la escayola del techo silbando. A los 20 minutos el señor aún no se había movido de su sitio y además me miraba con cara rara de vez en cuando, ya que él y yo éramos los únicos en esa parte de la sala y había un millón de asientos libres como para tener que sentarme pegado a él. Yo me negaba a confraternizar con mi víctima no me fuese a caer bien y eso me ablandase, desviándome de mi propósito.

A los 40 minutos estaba aburridísimo y le hice señas a mi madre, que estaba viendo la tele en el otro extremo de la sala, para que me trajese mi libro. Mi madre dijo por señas que lo cogiese yo (obviamente la distancia era la misma) sin entender mis aspavientos dibujando círculos y señalando al zapato. Las veces posteriores que lo intenté me ignoró. Hora y media tardó el abuelo en largarse; yo ya no sabía qué hacer, menudo aburrimiento. Al final recogí mi tesoro con lágrimas de satisfacción, aunque a lo mejor estaba llorando porque se me había dormido la pierna hacía rato y dolía tela. Aun asumiendo que mi acción fue, digamos, poco elegante, espero haber despertado al menos algo de empatía entre los aficionados a las monedas por mi dedicación y pasión por ellas.

La moneda que me llevará al infierno

La moneda que me llevará al infierno

Me dejo algunas historias en el tintero, como cuando en un templete en Vietnam cambié una moneda-ofrenda que yo no tenía por una de las que yo llevaba y mi mujer (a la que hábilmente se lo dije cuando ya no podía deshacer el cambio) no se quería subir conmigo al avión por miedo a un castigo divino (las asiáticas son muy supersticiosas). O cuando en Utrecht mi amigo Ilde y yo estábamos viendo una fuente llena de monedas y un vagabundo, tras quitarse la camisa, se metió de cabeza hasta la cintura y se las llevó todas para envidia malsana nuestra (!qué campeón, qué clase!).  O cuando “persuadí” (puedo llegar a ser muy pesado) a Malpica para que me comprase todos los Euros holandeses recién salidos, limpitos y brillantes en enero de 2002. O cuando…bueno, ya está bien.

¿Y tú? ¿Has tenido alguna anécdota interesante con monedas o has tenido que liarla para conseguir alguna?

Viajes y Monedas (I)

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10 comentarios en “Post marginales: 3.- Viajes y Monedas (y II)

  1. Vaya tela xD pudiste haberle ofrecido una moneda de mas valor a cambio de la que te faltaba xD (si es que te quedaba algo, claro jajaja mira que quedarte ahí 1,30h!!! O.O

    Hubiera estado bien ver la cara de tu mujer cuando le contaste lo de la ofrenda xD

    Lo que se llega a liar por una afición jaja Eso si, tu colección ha de ser una pasada 😉

    • Visto ahora y en perspectiva la verdad es que podia haberlo solucionado con algo mas de clase 🙂

      Pero yo era joven y alocado y yatusabes

      Mi mujer me echo una bronca de verdad y aun me lo recuerda. He de decir que el templete era mas bien un pequenho altar en un edificio comunal, digamos que tampoco limpie el cepillo de la catedral 😀 pero le sigue pareciendo fatal, y eso que deje una buena moneda a cambio!

      La coleccion esta bien, me ha dado buenos momentos haciendola y recordandola.

  2. Otro post marginal de esos que tanto me gustan, gracias. Muy chula la moneda de Bután, voy a tener que ir hasta allí para hacerme con alguna. 🙂

    Por cierto, en Omán tampoco había monedas por el escaso valor del rial, y en un mercadillo donde compré unos plátanos le pedí una al tendero. Éste me miró con cara de extrañeza pero cuando se convenció de que iba en serio buscó por todo el mercado y regresó con el ansiado botín. Le ofrecí con insistencia algo de dinero por ella, pero no lo aceptó de ninguna manera. Son gente honesta los omanís.

    • Ese es el espiritu Floren! Bien hecho! 😀

      Mi filosofia es algo asi como que cada moneda tenga detras una historia que contar o al menos un viaje.

      Esperando estoy esa lista de monedas repetidas!

      No me hables de ir a Bután que me pongo nervioso…

  3. Vas a ir directo al infierno na mas que por lo que le hiciste al pobre abuelo!!! que te hubiera costado ofrecerle otra cosa a cambio!! Lo de los saris es una negociación de aupa y lo del cubo mugriento…recuérdamelo cuando te vea para no acercarme a ti a mas de 3 metros de distancia!!! Estos post marginales me encantan, eso de airear los trapos sucios mola por lo que te animo a esa tercera parte de post marginales monedas y demás. Por cierto…preciosas las monedas! yo me haría un colgante con las rupias de butan o unos pendientes…molan mogollón!!! Un abrazo y me voy al blog de enfrente que seguro que tiene mas principios que tu con los abuelos 🙂

  4. Hola, Enepi, ¡buenos días!. Acabo de leer tu contestación en el fórum de EP, te agracezco mucho la atención. Verás; la moneda no es muniquesa, la encontré en un mercadillo de pulgas en Múnich, donde yo me encuentro. Es una moneda española de 10 céntimos. Una como esa, fue el único regalo que recibí el día de mi primera comunión y que siempre guardé con cariño, hasta que la perdí en Buenos Aires. Bueno, en realidad, no la perdí, más bien se prendieron de mi bolso unas manos desconocidas y se lo llevaron:). Cuando la vi en el Flohmarkt, no me lo podía creer. Tal cual me puse a imaginar las aventuras que hubiera tenido la moneda, sus viajes, ¿por cuántas manos habría pasado?. Diez céntimos que llevan grabados la fecha de su edición (1941) y que, seguro, seguro, no es la misma moneda que yo ‘perdí’. Ni la mínima comparación con las tuyas tienen, pero yo, me sentí feliz al encontrarme con ella, ¡vale más que un potosí!. No he pasado por todo el blog, Enepi, te seguiré poco a poco pues, con lo que he visto, me ha dado hambre. Un saludo cariñoso.

    • Que bonita historia abecegrama. Seguro que si no es la misma si que tiene su espíritu, por decirlo de alguna manera. Nuestros abuelos llamaban a esas monedas «perras gordas», y a las de 5 céntimos «perras chicas». Gracias por el comentario, un abrazo

    • Pues gracias por dejar un comentario y gracias por pasarte por aquí. Me alegro de que te haya gustado, entiendo que no todo el mundo encuentre interesante un post sobre monedas por mucho que a mi me apasionen.

      Me paso por tu blog luego, un saludo!

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