Aunque ir de viaje sea lo que a algunos nos gusta más del mundo, es obvio que las cosas no salen siempre como uno quisiera. El tema de las decepciones viajeras es complejo porque puede ocurrir por múltiples y variadas razones: que la mala suerte te persiga y tengas un problema tras otro, que el destino elegido no cumpla las expectativas, mala elección de los compañeros/as de viaje, cretinos endémicos que se crucen en nuestro camino…
Este va a ser mi primer post con colaboraciones externas. Aparte de contar mi experiencia personal, le he preguntado a 4 viajeros (en realidad 2 viajeros y 2 viajeras) veteranos y curtidos en estas lides por aquel viaje que les salió rana o aquel destino que no fue exactamente lo que esperaban. Muchas gracias a todos/as por su tiempo y recomiendo muchísimo entrar en sus (estupendos) blogs para conocerles un poco más.
Vero de Los Viajes de Paco, Vero y Helia (EL blog de referencia para viajes en familia)
Sin duda alguna mi gran decepción viajera tiene como diana el país de Vietnam. Fue un viaje que deseábamos realizar tras nuestra fantástica experiencia en Tailandia. Más de 7 meses planificándolo y soñando con el momento de conocer al fuerte pueblo de Vietnam, gente capaz de resistir y derrotar a sus conquistadores.
Ilusionados, nada más aterrizar en Hanoi fuimos a dar una vuelta alrededor del lago disfrutando con el bonito amanecer en la ciudad. Caminando una señora mayor me sonrió y al pasar detrás mía ¡Zas! Su mano me arreó un tortazo en mis nalgas. Le dije a Paco: «¡Ay mira! ¡Que abuela tan graciosa!» Esto no fue más que el principio ya que posiblemente, todas las abuelas y señoras mayores del país con las que me crucé, palmearon mi trasero hasta el punto de quedarnos por las tardes en el hotel para evitar encontronazos y magreos varios.
Un gesto que al principio me divirtió, acabó por amargarme el viaje literalmente. Recuerdo claramente como en el mercado de Bac Ha me agaché ligeramente en un puesto para ver las coloridas frutas cuando ¡zas! una señora se ensañó con mi trasero. Estando nuestra guía presente, le pregunté indignada que por qué me azotaban. Me dijo que no lo entendía y que pensaba que era por el color tan blanco de mi piel, ya que según ella, las vietnamitas gastaban grandes cantidades de dinero en blanquearse su piel. Fuera esa la razón o no, la cuestión es que entre que no les quedó piedra sobre piedra al país tras las guerras y al carácter rancio de los vietnamitas, es un país que no me canso de NO RECOMENDAR.
Mónica de Notas en mi Libreta Viajera (viajera apasionada, amante de los animales y con un blog concienzudo como pocos)
Hay lugares que son mito, su nombre evoca en si mismo aventura, leyenda y produce emoción.
La emoción que sentí cuando planificamos nuestro viaje a Perú y en nuestra ruta el Lago Titicaca aparecía como punto de parada indiscutible.
Y así de emocionada me encontraba cuando llegué a Puno, la ciudad peruana a orillas del lago más alto del mundo.
Pero no todo iba a ser tan apasionante como en un principio parecía. Así, desde la zona del Cañón de Colca nos desplazamos hasta aquí y llegué bastante afectada por el soroche, el temido mal de altura. Un fuerte dolor de cabeza que hacía que casi no pudiera abrir los ojos me llevó directamente a la cama.
Por este motivo cambiamos nuestros planes que eran pasar una noche en una isla en el interior del lago, por una excusión en el día a las islas de los Uros y Taquile, navegando por este enorme y legendario lago. El plan no era tan emocionante pero no carecía de encanto y yo mantenía mis expectativas muy altas.
Y así, un día después y ya recuperada del todo iniciamos nuestra aventura.
Contratamos en el hotel la excursión por 38 soles, nos dijeron que si pagábamos 10 soles más nos incluirían la comida o en caso de no hacerlo podríamos comer a nuestro aire en la isla de Taquile. Decidimos comer por nuestra cuenta en algún restaurante local.
Era muy temprano cuando nos recogió una furgoneta que nos llevaría al puerto, donde embarcamos en un barco que en 30 minutos nos dejaría en nuestra primera parada que para mi se anticipaba como la más interesante, una de las islas de los Uros.
Los Uros es un grupo étnico que se refugió en el Lago Titicaca presionados por los pueblos colla e inca.
Idearon unas islas flotantes que se construyen con totora o junco y cada cierto tiempo van renovando el suelo con paja fresca. En cada isla viven 3 ó 4 familias y allí nos muestran cómo se construye la isla y su forma de vida vestidos con sus coloridas ropas.
Todo muy curioso pero la finalidad es que compres algo de lo que venden a la puerta de sus casas. Nos subieron (casi nos obligaron a hacerlo) en un barco de totora y por 10 soles por persona nos llevaron a la isla principal donde hay aseos, restaurante y escuela y el grupo familiar que vivía en la pequeña isla artificial que habíamos visitado, vestidos con sus ropas típicas nos despidieron cantando «Vamos a la playa oh oh ohoh».
Saliamos de este circo y ya en el barco grande y tras dos horas y media de navegación llegamos a Taquile. En esta isla vive una de las comunidades indígenas que mantiene el modo de vida tradicional, hablan quechua y son endógamos. Ascendimos unas cuantas terrazas, viendo un paisaje magnífico y desde allí divisamos a lo lejos las montañas bolivianas. A mitad de ascenso nos mostraron sus tradiciones, costumbres y su peculiar forma de vida.
El guía nos indicó que nos teníamos que quedar a comer allí, sin darnos opción a buscar otro lugar. Nos enfadamos porque no era eso lo que nos habían explicado al contratar la excursión. El guía se negó en rotundo a dejarnos ir alegando que este era el lugar concertado y que además teníamos que pagar 20 soles (no los 10 que nos habían propuesto al contratar la excursión). Mi enfado fue incrementando por momentos y más cuando la comida a base de sopa de quinua y trucha era más que escasa y por si esto fuera poco, la bebida te la cobraban a parte.
En definitiva, la emoción incial se transformó, primero en malestar físico por el soroche y esto poco a poco se convirtió en enfado y decepción. Enfado por sentirnos manipulados y engañados a cada paso que dábamos y decepción porque vimos que era todo demasiado orquestado y preparado para sacar dinero al turista.
Así fue como un día soñado desde hace muchos años se convirtió en un desastre, un teatrillo mal interpretado por sus actores y una jornada para borrar del viaje.
Óscar de Persigue tus sueños (viajero incansable, bloguero entusiasta y enamorado de Asia)
Durante el año 2.007, y después de un verano movidito dónde no me confirmaron mis vacaciones laborales hasta 3 semanas antes de partir, dónde la idea inicial era viajar a Canadá y que finalmente tuve que prescindir por el alto precio de los vuelos en esa época, coincidí con una amiga para viajar a China, un destino que sonaba muy exótico y que en aquel momento sería mi primer viaje al continente asiático, y dada mi inexperiencia viajera en aquella época y el poco tiempo del que disponíamos para prepararlo, mi compañera se encaprichó en hacerlo por agencia de viajes, convirtiéndose en el único viaje organizado que he hecho hasta la fecha y del que estoy seguro que será el primero y el último en mi vida viajera.
Después de tramitar los visados por mi cuenta para ajustar un poco el presupuesto, llegó el día de partir, dónde salimos solos desde Barcelona sin conocer a nadie más, y la primera de las muchas sorpresas del viaje fue al llegar al aeropuerto de Pekín, y que nadie de Iberojet estuviera esperándonos para reunir a todos los viajeros y llevarnos a nuestro alojamiento, por lo que tuvimos que coger un taxi y llegar por nuestra cuenta.
Como el primer día lo teníamos libre, fuimos a visitar algunos puntos turísticos de la ciudad por libre gracias a algunos apuntes que me dio tiempo de preparar, así como hacer las primeras compras en el famoso Mercado de la Seda, dónde los chinos se mostraron muy agresivos con nosotros a la hora de vendernos sus productos y dónde aprendí en un curso express obligatorio el arte del regateo, que me ha servido para posteriores viajes a que no me tomen el pelo más de lo necesario.
Por la noche, después de estar todo el día sudando por culpa de la alta humedad del país, dejamos las compras en el hotel y con la incertidumbre de si nos pasarían a recoger al día siguiente para empezar el tour (nadie se había puesto en contacto con nosotros), fuimos en busca de algún lugar para cenar, y para nuestra sorpresa, la mayoría de sitios ya estaban cerrados, por lo que finalmente nos metimos en una especie de librería que había que bajar hasta un sótano por unas escaleras, dónde nos dijeron que podíamos cenar pero no había opción de escoger platos porque la cocina estaba cerrada. Aceptamos porque teníamos hambre, nos trajeron la cena un rato después en una especie de wok ardiendo que pusieron encima de la mesa y en el que íbamos picando trocitos de carne que solamente tenían hueso y que era difícil de digerir. Vamos, que la cena no fue nada del otro mundo, pero almenos nos salió barata. Después de pagar y antes de irnos, me quise hacer el simpático con el dueño del restaurante y me dio por preguntarle qué habíamos cenado, y el buen hombre, haciéndose entender cómo pudo por la barrera lingüística, nos dijo que habíamos cenado perro y encima se puso a ladrar para que le entendiéramos. En ese momento mi cara se volvió pálida, salí de allí escopeteado y me fui a un parque cercano a intentar vomitar la cena. Nuestro primer día en China y la primera en la frente!!! Desde ese día nunca he vuelto a probar nada que no supiera de antemano lo que estaba comiendo.
De vuelta caminando hacia el hotel, fuimos testigos de un atropello de un coche a una joven chinita, y la gente lejos de socorrerla y pedir ayuda, nadie se inmutaba y cada uno continuaba con su vida normal, como si aquel accidente fuera algo cotidiano en sus vidas. Estuve más de 30 minutos al lado de la chinita ante la pasividad de la gente y la fuga del conductor, intentando que la gente llamara a una ambulancia, hasta que finalmente apareció una ante mi desesperación y la pasividad de los locales. Cuando llegamos a nuestra habitación comprobamos que el choque cultural iba a ser muy fuerte y esto solamente había hecho que empezar.
Al día siguiente y después de desayunar, pasaron a recogernos los de Iberojet y conocimos al resto de turistas, dónde finalmente seríamos unas 50 personas, distribuidos entre españoles, portugueses y brasileños, pero la sorpresa final es que a la hora de hacer las visitas y comer, coincidiríamos con el resto de touroperadores, llegándonos a juntar muchas veces hasta más de 300 personas, un caos total!!
Durante todo el viaje tuvimos que hacer las visitas culturales como borregos, grandes manadas de turistas detrás de una chinita de metro y medio y su paraguas, que casi ni se le entendían las explicaciones o no se le escuchaba por estar tan lejos, dejándonos 10 minutos libres después de las explicaciones y dónde no había manera humana de hacer fotografías en condiciones sin que salieran cabezas, brazos o piernas en cualquiera de las fotos. Estaba claro que todos los que estábamos allí íbamos a lo mismo, y aquello se había convertido en haber quién era el más listo y el más poderoso, y sobre todo, el más paciente! Encima el touroperador llevaba su propio fotógrafo que te iba haciendo fotos sin darte cuenta y que al final del día te las intentaban vender en el autobús a precio de oro.
Y si a todo esto le sumas como fue mi caso, que en estos países uno se siente como una estrella de Hollywood, y que todo el mundo quiere hacerse fotos contigo (será por mi piel blanquita o yo que sé…) y que te sabe mal decirles que no, al final llega un momento como en la visita a la Gran Muralla China, que tienes que cerrar la vera y poner cara de mala leche porque si no no te da tiempo de visitar nada, por mucho que me duela decirles que no.
Pero lo más duro fue a la hora de coincidir para comer, dónde nos llevaban a las 300 personas (Iberojet, Catai, Julià Tours, etc) a un comedor de un hotel de 5 estrellas, y nos sentaban en grupos de 10 personas en mesas redondas y giratorias, dónde los más afortunados aún podían comer algo, y los demás teníamos que fastidiarnos porque o bien llegaba a nuestra mesa la comida 10 minutos antes de tenernos que ir a seguir con las visitas, o a veces con tan mala suerte que decían que la comida ya se había acabado y nos teníamos que ir sin comer. A partir del cuarto día montamos una especie de motín y nos rebelamos, llegándonos a encarar contra nuestros guías, poniendo reclamaciones a nuestra llegada (que nunca se molestaron en contestar) o simplemente no aparecíamos en los comedores y nos íbamos a comer por nuestra cuenta a pesar de las prohibiciones de los guías.
Uno de los episodios más impactantes que recuerdo y dónde pude comprobar la estupidez humana, es ver como el segundo día nos subimos al autobús para empezar las visitas del día, y un grupito de cuatro catalanes se liaron a empujones y mamporros con un matrimonio mayor portugués, porque éstos últimos se habían cambiado de sitio en el autobús y habían ocupado los asientos de dos de los catalanes habían ocupado el día anterior (los asientos no estaban numerados ni eran nominativos), y dónde no tuve más remedio que meterme en medio de la pelea para separar a la gente, porque sino la trifulca hubiera sido tan escandalosa que hubiera tenido que intervenir el consulado chino. Encima el de la pareja catalana y el que había formado el episodio tan lamentable, presumía de ser un legionario en sus tiempos mozos de militar, y viendo a su mujer, estaba claro que era la cabra de la legión. Encima era el típico prepotente, chulo, listillo y machista… una pena de ser humano!!
Pero lo que más me marcó en todo el viaje, y dónde más vergüenza he sentido nunca en mi vida viajera, fui cuando una mañana estábamos a punto de arrancar en el autobús para visitar los Guerreros de Terracota en Xi’an (la visita que más ilusión me hacía de todo el viaje), y se presentó en el autobús el personal del hotel dónde nos habíamos alojado esa noche, para informarnos que alguien había robado de una habitación una alfombra de baño, unas chanclas y un albornoz, y que quién hubiera sido tenía que pagarla o devolverla antes de marcharnos. Yo me puse a reír pensando en lo gilipollas que es la gente por hacer esas cosas, y menos sin necesidad. El guía nos dijo que el autobús no se ponía en marcha hasta que no apareciera el culpable, así que yo ya me estaba “cagandoentó” porque como siempre, nos quedábamos sin visitar nada o simplemente hacer una visita exprés por culpa de la gente. Como no aparecía el culpable, el guía finalmente dijo el número de la habitación, y para mi sorpresa era el número de habitación dónde había estado alojado yo esa noche junto a mi amiga, a mi me parecía una broma de mal gusto o simplemente una equivocación, así que se presentó en nuestros asientos el director del hotel con nuestro guía y nos invitaron a bajar del autobús y sacar nuestro equipaje del maletero y abrirlo, delante de la incredulidad de la gente y de algunos amigos que ya había hecho en el viaje y que en aquel momento solamente eran compañeros de motín. Abrieron mi maleta y no encontraron nada (como era de suponer, porque yo no soy ni de los que cogen los botecitos de champú del hotel), y cuando abrieron el equipaje de mi compañera encontraron allí todo el motín, ante mi sorpresa e incredulidad. La verdad es que nunca he pasado más vergüenza en mi vida y desde aquel momento pensé aquello de “tierra, trágame”!!! A partir de ese momento y hasta el final del viaje, la gente que se iba acercando para preguntarme por lo acontecido, yo fui dejando muy claro que mi acompañante era una compañera de viaje y no mi pareja, y que yo no tenía nada que ver con aquello! Mi relación con mi compañera a partir de ese momento fue muy fría y distante, ya que perdí toda la confianza en ella, y a nuestra llegada a Barcelona al final del viaje, dolorosamente no quise volver a saber nada de ella.
A medida que pasaban los días, y junto a otras personas que estaban desencantadas con el viaje, hicimos piña y cuando nos dejaban en el hotel por la tarde después de las visitas, íbamos nosotros por nuestra cuenta y repetíamos las visitas que más nos gustaban totalmente por libre, y ya nos íbamos a cenar dónde queríamos, y si teníamos algún día libre, lo aprovechábamos para hacer visitas, compras o simplemente algún masaje, pero nunca contratábamos las excursiones opcionales que nos ofrecía el guía en el autobús, y si podía, le reventaba las ventas diciéndole a los demás viajeros cómo hacerlas por libre y así fastidiarle las comisiones a los guías.
La última noche del viaje en Shangai, mi compañera de viaje me dijo que no quería salir a cenar ni nada, y yo me fui con amigos a visitar la ciudad por la noche y a cenar, dónde casualidades de la vida, me encontré en pleno Shangai a una amiga de la infancia que llevaba más de 10 años sin verla, y estuvimos cenando todos juntos. Finalmente llegamos cerca de la 1h de la mañana al hotel, dónde mi compañera ya estaba durmiendo. Después de ducharme y meterme en la cama, a la mañana siguiente madrugué para preparar mi equipaje y cuando hicimos el check out en el hotel, nos querían cobrar más de 50 € por consumir productos del mueble bar, cosa que yo me negué porque no había consumido nada, y mi compañera me dijo que ella tampoco pagaba porque tampoco había sido, así que por no discutir con ella otra vez, le dije que yo no podía haber sido porque llegué a las tantas a la habitación, así que uno por otro, y después de subir a la habitación y ver las botellas y los envoltorios en la papelera medio escondidos, exploté y me fui sin pagar porque sabía que yo no había consumido nada, y ya había perdido totalmente la confianza con mi compañera. En el avión de vuelta, me pasé 13 horas sin intercambiar ni una triste palabra con ella.
De esta decepción viajera como ha sido China he aprendido muchas cosas, la primera es no viajar nunca más con un viaje organizado, ya no solamente por el abusivo precio, sino por la organización y la poca seriedad de algunas empresas. Aunque China no es ni de largo el mejor destino de Asia, y puedo dar fe de ello después de haber visitado más de 20 países asiáticos durante mi vida viajera, está claro que tengo que darle otra oportunidad, ésta vez viajando por libre, seleccionando la ruta y sobretodo, en cualquier época del año menos julio y agosto, ya que nunca he pasado más calor y humedad en mi vida como en mi visita a China. Y sobre todo, he aprendido (aunque no siempre lo he conseguido) a escoger mejor a mis compañeros de viaje, e incluso, he viajado sólo por muchos países antes que viajar con alguien que no es afín a mí y me puede amargar el viaje.
Pero sobretodo he aprendido, que a pesar de todas las adversidades de mi primer viaje a Asia, que soy un asiadicto, que estoy enamorado de ese continente llamado Asia, que no quiero morirme sin conocer todos los países de ese continente, que intento ir cada año almenos una vez para visitar alguno de sus países y que no me importa repetir algunos de sus países, y dónde la sonrisa y la amabilidad de sus gentes me han cautivado y enganchado desde el primer momento que puse mi primer pie, aunque haya tenido que dormir en sitios muy cutres, ir en transportes poco convencionales tardando una eternidad o simplemente comer en sitios de más que dudosa higiene dónde el gran Chicote tendría material para hacer 5 temporadas completas de “Pesadilla en la Cocina”… pues a pesar de todo eso, soy un enamorado de Asia y dónde sus gentes me han enseñado con hechos dos palabras que en Occidente no saben que significa: Humildad y Generosidad.
Pero como no todo iba a ser decepción en este viaje a China, lo mejor de todo y por lo único que ya vale la pena haber realizado ese viaje, fue conocer a Mónica y Francis, una pareja de viajeros de Barcelona, dónde 8 años después han pasado de no saber de su existencia a convertirse en mis mejores amigos, en las duras y en las maduras, y dónde hemos tenido la suerte de realizar más viajes juntos, eso sí, por libre y nada de viajes organizados, y es curioso que estando tan cerca unos de los otros, nos hayamos tenido que conocer en China.
Desde aquí animo a todo el mundo a conocer al menos una vez en la vida alguno de los países del continente asiático, pero tened cuidado porque uno vez que te enganchas, ya es difícil escapar de ellos.
Floren de Fmanega por el mundo (Das Viajeren, ha estado ya en unos 130 países y le hice una entrevista hace poco que podéis leer aquí)
Desde muy niño había soñado con viajar algún día a Australia. En mi imaginación infantil resultaba un lugar muy exótico y que sonaba muy atractivo debido a sus casi interminables espacios naturales y a su fauna única. Más adelante leí que la mayoría de la población provenía de presidiarios mandados allí al exilio por los ingleses y que, quizás debido a ello, los australianos eran gente amigable y poco dada a los convencionalismos. En alguna de mis habituales ensoñaciones empecé incluso a considerar la idea de irme a vivir allí algún día.
Pasaron los años y por fin se acercaba el día en que pisaría por vez primera el país «aussie». No sabía demasiado sobre él y mi experiencia con sus habitantes se limitaba al ámbito laboral, debido al hecho de efectuar algún proyecto conjunto con nativos australianos en la multinacional para la que trabajaba. Debo admitir que mi idea inicial sobre ellos había cambiado un tanto, al darme cuenta de que resultaban ser demasiado cuadriculados y puntillosos pero pensé que se comportaban así exclusivamente en ese entorno.
Mi visión sobre Australia y los australianos empezó a cambiar definitivamente nada más aterrizar en Cairns. En inmigración nos pusieron todas las trabas posibles, siempre con un rictus que yo llamaría de asco, ante la para ellos clara posibilidad de que nos quedáramos a trabajar en su país. En los días que pasamos en territorio «aussie» nos ocurrieron una serie de anécdotas debido al excesivo celo en el cumplimiento de unas leyes que definiría como absurdas. Para no cansar al lector tan solo diré que los sitios donde se permite consumir alcohol, aunque sea una simple Foster’s, están marcados en muchos locales con rayas pintadas en el suelo. Y como se te ocurra salirte de la raya, aunque sea un centímetro corres el riesgo de que el camarero de turno avise a la policía y aparezcan un par de «armarios» armados hasta los dientes para explicarte en un inglés casi ininteligible que estás cometiendo un acto ilegal.
De manera indirecta en este caso, también son los australianos responsables en parte de la decepción que sentí en las playas de Bali. Había oído hablar tanto y tan bien de esas «playas paradisíacas» que cuando las pisé por vez primera me causaron una impresión bastante mala. Debo decir antes de nada que la cultura y los paisajes balineses me cautivaron y no me importaría volver a esta isla indonesia una y mil veces. Pero las playas son otra cosa. En parte porque su origen es volcánico y en parte porque se encuentran, o se encontraban cuando yo estuve, atestadas de «hooligans» generalmente australianos, con la sana intención de beber cerveza a tope sin preocuparse de rayas en el suelo, las playas del sur de la isla son del todo decepcionantes. Las del norte al menos son solitarias, pero su arena es negra debido a la cercanía del Monte Agung, que entró en erupción por última vez hace pocas décadas. Así que estáis avisados, si buscáis playas paradisiacas Bali no es el lugar más adecuado.
Y ahora me toca a mí…
Yo no tengo ninguna duda: mi viaje más complicado en todos los sentidos fue la India (también estuvimos unos días en Nepal) en 1999. Cuando pienso en él, me asaltan sentimientos ambivalentes: por una parte salieron muchas cosas mal y es el que menos he disfrutado. Por otra es del que tengo más anécdotas e historias impactantes que contar.
El error principal y más grave lo cometimos (mi madre y yo) ya en la planificación: fuimos al norte (Rajastán, Delhi y Benarés) en julio, en plenos monzones. En nuestro descargo he de decir que en aquella época yo solo podía viajar en verano y mi madre quería ir a la India a toda costa. Además, en la era pre-internet había muchísima menos información que ahora sobre cualquier destino.
Siempre he estado tentado de echarle parte la culpa al hecho de que fuésemos en un viaje organizado, la forma opuesta a como me gusta viajar, pero visto en perspectiva me parece injusto ya que, siendo realistas, no había otra opción. Mi madre dijo que no iba por libre a la India ni por todo el oro del mundo y la verdad es que los 2 viajes anteriores que habíamos hecho juntos fueron en tours organizados y salieron perfectos (Egipto 1997, Namibia 1998).
Empecemos. El viaje vía Ámsterdam hasta Nepal fue normal, pero al llegar nos habían perdido las maletas. A todos los del grupo. 50000 grados a la sombra, 100% de humedad y nosotros sin una muda de ropa. No recuperamos las maletas hasta ¡una semana más tarde! Al parecer nos iban persiguiendo, siempre un paso por detrás nuestra. O eso nos decían. Nos llevaron un par de veces a comprar ropa a sitios locales para ir tirando. Yo encontré ropa de estilo occidental con cierta facilidad, pero mi madre parece una extra de Bollywood en las fotos de esa primera semana.
Con la gente del grupo (éramos 10 en total), no congeniamos demasiado bien. La mayoría se cabrearon enormemente por lo de las maletas y la tomaron con el guía (tan buenazo como huevón e inútil). A medida que iban pasando los días y las maletas seguían de turismo por su cuenta, la cosa se fue agriando cada vez más y el ambiente general no fue bueno durante todo el viaje, ya que acabaron quejándose por todo, muchas veces ya por vicio.
Lo de la ropa era una verdadera incomodidad, porque hacía falta cambiarse varias veces día por el calor. Un calor espantoso y húmedo como no he vivido nunca (y he estado en Sevilla y en Córdoba en agosto, entre otros sitios). Simplemente sentado a la sombra y sin moverte te caían chorros de sudor que ríete de las cataratas de Iguazú. La cosa era tan exagerada que mi madre prefirió quedarse en el autobús en Fathepur Sikri porque llegamos a la hora de más calor del día. Algo parecido le pasó en el Jantar Mantar: buscó un rincón con algo de sombra y se quedó allí temiendo una lipotimia instantánea si se aventuraba a moverse.
Eso sin contar con que el cielo se abría cada poco y caían trombas de agua tan exageradas que, antes de que te pudieses plantear que había que ponerse a cubierto, ya estabas tan empapado que daba exactamente igual (por ejemplo, el mercadillo de Delhi no lo pudimos ver porque había medio metro de agua por un chaparrón que había caído minutos antes).
Cuanto más calor hacia fuera, más fuerte ponían el aire acondicionado en los sitios, hasta el punto de tener que llevar una sudadera para la ocasión, algo de locos con ese calor. El resultado de pasar instantáneamente de 50 a 15 grados y empapado en sudor fue el que se presupone: me puse malo (no fui el único). 2 veces. La primera vez no fue gran cosa: algo de fiebre y la garganta fundida. Pero la segunda me puse malo de verdad y tuvimos que llamar a un médico porque pillé una gastroenteritis de tal calibre que perdí 5 kilos en 24 horas entre vomitonas y cagaleras. El buen doctor (al que le debo la vida) me puso unas inyecciones que al menos me permitieron, a duras penas, levantarme de la cama para coger el vuelo de vuelta.
Es difícil explicar la pobreza extrema que vi en la India sin que parezca la típica exageración del viajero. Algo sin comparación a nada que hubiese visto antes o haya visto después. Me pregunto muchas veces si en estos 16 años el gobierno ha hecho algo más por su gente, porque lo que yo vi eran multitudes inmensas abandonadas a su suerte. La gente se moría de hambre mientras los cabrones de sus corruptos dirigentes jugaban a construir bombas atómicas, pelearse con Pakistán o mandar cohetes al espacio.
Nunca me he sentido más fuera de lugar en ningún sitio como cuando tuvimos que coger un tren en la estación central de Delhi a las 4 de la mañana. Habia tantísima gente durmiendo en el suelo que no quedaba ni espacio donde poner el pie. La gente de allí o los trabajadores del ferrocarril los apartaban a puntapiés sin miramientos, pero yo me sentía incapaz de hacer eso. Y el olor era tal (y mira que yo no me considero remilgado en absoluto) que mareaba y se quedaba contigo durante horas.
En Benarés vi al menos 2 cadáveres flotando en el rio, uno de ellos a escasos metros de nosotros. Hinchados, putrefactos, cubiertos de moscas y oliendo como os podéis imaginar, claro. Y pegados a ellos gente dándose el baño matinal y lavándose los dientes con la indiferencia de la costumbre. A mí se me caerían las encías a pedazos. Me costó mucho pillarle la legendaria mística al lugar, la verdad. Me pareció muy deprimente.
¿Vimos cosas bonitas? Si, algunas realmente preciosas (el Taj Mahal, Jaisalmer, Jodphur…) ¿Se disfrutan? A mí me costó bastante aislarme del entorno y centrarme en los monumentos, aunque no quiere decir que no pasara buenos ratos. Otra cosa es que me resultaba imposible salir a dar un paseo a mi aire. Siempre había grupos de indios en la puerta del hotel que me rodeaban y me seguían en tropel. Cuando les preguntabas qué querían y por qué coj**** me seguían, las respuestas eran variopintas: “ven a comprar a la tienda de un amigo”, “no tengo nada que hacer, así que te sigo a ver dónde vas”, “quiero practicar mi inglés”, “¿me compras loquesea?”. Cuando viajo intento (dentro de lo posible, claro) pasar desapercibido y mimetizarme con el entorno, con lo que el séquito continuo me parecía muy frustrante y acabé por quedarme en los hoteles cuando veia que iba a tener compañía.
Podría contar muchas más cosas, pero creo que lo de arriba llega para hacerse una idea de las razones por las que nunca me he planteado volver a la India y no creo que lo haga. Dado que hay gente que se enamora del país y vuelven cada vez que tienen oportunidad, el famoso cliché de “no hay término medio con la India, o la adoras o la odias” me parece bastante acertado. Yo siempre le digo a quien me pregunta que hay que ir y hacerte tu propia idea. Al menos me traje un puñado de buenas monedas…
(Por cierto, gracias dobles a Mónica y a Vero por prestarme sus fotos de la India porque las mías, al ser en papel, están en Huelva en un álbum…esas cosas que se hacían antes…las escanearé en cuento pueda)
Pues creo que comparado con el resto lo mío es pecata minuta. Por suerte no me pellizcaron el culo en Australia ni me dieron a comer perro en Bali, ni incluso pillé una cagalera descomunal cuando estuve en India ( aunque sí a la vuelta, la mía debió tener efectos retardados 🙂 ). Fantástico post, como siempre.
Gracias Floren. A mi el tuyo me parece un buen ejemplo de cuando, por lo que sea, no conectas especielmente con el destino y eso hace que te guste menos de lo que deberia. Un saludo y muchas gracias por participar!
Madre mía con el relato de la India… A mi me tira bastante para atrás visitarla aunque estuve a punto de comprar los billetes a Delhi el año pasado! Ahora pienso que cuando decida ir, me decantaré por visitar el sur o mejor, Sri Lanka. Muy buen post y es que es verdad, viajar es lo mejor pero también tiene momentos «complicados».
Un saludo!
Hola Diana, gracias por pasarte por aqui. Yo te animo a que vayas tambien al Rajastan y veas si funciona para ti como destino o no. A mi me parecio un lugar muy extremo y dificil, pero probablemente haya cambiado para mejor en estos 16 anhos. Eso sin contar con que hay multitud de viajeros que vuelven maravillados y repiten una y otra vez. Sri Lanka fue una gratisima sorpresa, el ambiente me gusto mas que la India y hay mucho que ver y hacer. Un saludo!
A pesar de que las experiencias sean malas me he reido un montón con algunas, ya siento ser tan malvada pero las palmadas en el culo y la mami como actriz bollywoodense son buenísimas.
Gracias Nacho por invitarme a participar y poder compartir experiencias con tan extraordinarios compañeros
Muchas gracias a los 4 por vuestra colaboracion. Yo tambien me he reido mucho…y por tu culpa pensandome 2 veces si voy a Puno o no en octubre dentro del viaje a Peru 🙂
Lo de Vietnam de Vero me ha dejado a cuadros! Yo no sufrí nada de eso… y salvo un pequeño timo en Tam Coc, en general guardo muy buen recuerdo de ese país y siempre lo recomiendo.
Hola Mari Carmen, gracias por tu comentario. A mi tambien me sorprendio mucho, y lo siento por Vero, pero me rei un monton con eso de que se convirtiera en el oscuro objeto del deseo de las abuelas vietnamitas. En Vietnam tuvo cero problemas con la gente de alli, mas bien al contrario. De hecho mucha gente menciona el acoso para que les comprasen y demas, yo no vivi nada de eso. Ademas ha sido, con diferencia, el viaje (proporcionalmente) mas barato que he hecho. Un saludo
Ostis, que raro eso de Vietnam… es uno de los pocos países donde he estado y no me cansaría de recomendarlo. Pero claro, ya me imagino que no debe ser agradable verse así…
Saludos!
Me ha ENCANTADO el post. Cuando hablo sobretodo con amigos y familia, todos presuponen que los viajes siempre son preciosos y perfectos y que la palabra «contratiempo» es sinónimo de «anécdota graciosa». Casi parece que estás en la obligación de que te encante el sitio donde has estado… y todos sabemos que no tiene por qué ser así.
Un saludo 🙂
Muchas gracias, Vadercup. La verdad es que estoy de acuerdo contigo. Los viajes son como todo. Los hay mejores, peores, faciles, dificiles, algunos en los que los planetas se alinean y otros en los que sale todo del reves. Y creo que hay que contar todos, no solo los que salieron perfectos. Un saludo!
Levantarse a las 5h de la mañana en Laos y leer vuestras histórias, ha servido para empezar el día con una gran sonrisa en la boca. Increíble lo de Vero en Vietnam (eso le pasa por estar tan buenorra ;-)), pasando por las clásicas diarreas de Nacho en la India, lo incumplimiento de lo pactado en Suramérica cómo le pasó a Mónica y la prepotencia de los australianos que nos encontramos en el camino como a Floren.
Ha sido un auténtico placer colaborar con grandes viajeros y excelentes personas como sois vosotros, y que nunca dejemos de coleccionar anécdotas alrededor del mundo.
Abrazos para todos/as.
Gracias por colaborar en el post Oscar. Y por recordarnos que andas por Laos, jodio 🙂 Disfruta del viaje y nos cuentas a la vuelta
un abrazo!
Buen post!
Estuve en la India en el 94, desde niña soñaba con ir, y creo que ha sido el viaje más difícil de los que he hecho. Me costaba aislarme de tanta miseria y tanta mie**a, recuerdo que en Puskar (vimos la feria de los camellos en la luna llena de noviembre) una niña con tantos piojos, que mi amiga pensó que llevaba purpurina!, por cierto fuimos 5 amigos por libre. No me han quedado ganas de volver (al contrario que Méjico, 3 veces y creo que aún repetiré)
De Vietnam y Titicaca/islas de los Uros/ Taquile tengo muy buen recuerdo, Vietnam lo hicimos solos y Perú con amigos. En el 98, en Taquile, dormí en uno de los sitios más curtes de mi vida!, pero no había nada màs.
Hola Use, gracias por tu comentario. Estuviste aun antes que yo y encima por libre, con lo que no me sorprende que tengamos una vision parecida. Cuando traiga mis albumes de fotos me animare a escribir un post sobre la India, que en general es un viaje que no he «revisitado». De hecho es el unico que no me se de memoria el itinerario completo.
Un saludo!
Genial!!! Cada país se vive de una forma diferente y a día de hoy no me creo la cantidad de pellizcos que tuve que aguantar en Vietnam. La experiencia de Oscar es increíble, lo que más me ha impactado es su compañera robando, menuda cara se le tuvo que quedar. Sobre India, Perú y Australia poco puedo decir porque de los tres vine encantadas. Saludos y me ha encantado participar en este articulo junto con grandes viajeros.
Vero, me temo que tus pellizcos y cachetes vietnamitas han traumatizado a todos/as los que han leido el post. Je suis Vero!
No me ha quedado claro por qué Óscar vomitó la carne. ¿Estaba mala?
Hola Javier, a ver si se pasa Oscar y nos cuenta un poco mas. No se si hasta el punto de vomitarlo todo, pero se de muchisima gente que se sentiria muy afectada por haber comido perro sin enterarse…
un saludo!
Pues sí, a ver si nos dice algo… Yo no entiendo qué diferencia hay entre comer perro y comer cordero o conejo. Si los chinos llevan siglos comiéndolo será que está bueno, digo yo…
Un saludo.
Hola Javier!
Tal y como ya comentaba, la carne no me sabía a nada y era un poco difícil de digerir porque tenía muchos huesos (es como el que no le gusta comer pescado porque tiene muchas espinas), pero llegar a un país nuevo, sin apenas experiencia viajera y sin poder comunicarte con nadie, y que te digan que te acabas de comer a un perro cuando soy un fiel defensor de los animales y en aquél momento yo tenía un animal en mi casa, te aseguro que no es muy agradable, y aunque no sirviera de nada vomitarlo porque el «daño» ya estaba hecho, mi consciencia y mi estómago no quería arrastrar toda la vida el hecho de llevarlo encima, ímaginate que algún día voy al médico a hacerme unas radiografías o un tab y sale el hocico y el rabo del perro en los resultados mientras el doctor me muestra las radiografías en la pantalla… a ver como se lo justifico!! jajaja!! 🙂
Saludos!
Hola Óscar.
Como apunto en el comentario anterior, supongo que no comerás cordero ni conejo. Bueno, ni trucha ni ternera ni langostinos ni pollo ni…
Un saludo.
No había leído este post. Muy interesante y a la vez divertido (lo siento por Vero je je). Yo con la India tengo el mismo sentimiento, hoy, con la perspectiva del tiempo, creo que fue un viaje en el que aprendí muchas cosas y me quedo con eso; pero en muchos momentos llegó a ser desesperante el choque cultural.
Mi decepción viajera no es ningún lugar lejano, ni con cultura diferente, es Lisboa y no puedo decir el porqué. A todo el mundo le encanta y yo tengo que repetir porque no sé si yo me equivoqué al leer los carteles y entré en una ciudad distinta, yo no me encontré la bohemia Lisboa que enamora a todos. Hace unos días hemos estado en el Alentejo y me ha maravillado, así que tendré que darle otra oportunidad a Lisboa que además está muy cerquita. Un saludo Nacho!
Hola Mapani, gracias por tu (siempre) interesante aporte.
Parece que somos bastantes los que tuvimos una experiencia dificil en la India. Me pregunto si superamos a los que vuelven enamorados o si los que dicen eso lo piensan de verdad o lo dicen por otras razones. A mi no me quedaron ganas de volver y por ahora prefiero seguir visitando otros destinos antes que repetir.
A mi Lisboa si me gusto. Yo le veo encanto decadente mas que bohemia, pero me parece que tiene bastantes cosas para disfrutar. Despues de 3 visitas no tengo unas ganas especiales de volver, algo que si me pasa con Roma por ejemplo, pero tampoco le diria que no si el alcalde me invita 🙂
Un saludo!!
Madre mía! No había leído este post y me he reído un buen rato!
Hola Jordi, gracias por pasarte por aqui. Me alegro de que te haya gustado! Un saludo
que poca sensibilidad …tienes que comer carne de perro por hacer lo que hacen en el pais donde vas? la civilizada china, otro asco de pais….. si te vas a ojala te mueras de una gran diarrea por cualquier esquina de este mundo. Y aprovecho para decirte, que sois unos PALETOS, asi, en mayusculas.
Hola Lola,
parece que lo de insultar y desear cosas horribles se te da bastante mejor que lo de la comprension lectora, que obviamente no es lo tuyo.
Oscar ha dejado claro que lo de comerse el perro fue un desafortunado accidente y le dejo muy tocado, pero tu a lo tuyo, no te preocupes, que te apoyamos en tus limitaciones.
Hola Nacho!!
No vale la pena responder ni ponerse a la altura de esta gentuza que seguramente nunca ha salido del pueblo, y que lo más lejos que habrá viajado haya sido a darse una vuelta por las calles de su pueblucho con el tractor, la boina y la faja de abuela, ella misma queda retratada con su comentario y es el fiel reflejo de nuestra sociedad actual, aunque reconozco que esos comentarios me «ponen» bastante, ya sabes que soy de la vieja escuela de nuestro amigo Floren.
Un abrazo muy fuerte!