Aunque se la conoce popularmente como Miyajima (宮島, la isla del santuario), su nombre real es Itsukushima (厳島). Situada a pocos minutos de la costa en la Bahía de Hiroshima, es uno de los destinos más conocidos y visitados de todo el país. El torii “flotante” que da la bienvenida a la isla es una de las fotografías más icónicas y omnipresentes de Japón. Su fama viene de antaño: el Santuario de Itsukushima fue incluido en una lista del año 1643 llamada “3 paisajes de Japón”, en la que el erudito Gahō Hayashi nombraba los (en su opinión) 3 lugares más hermosos del país. Fue designado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1996, el mismo año que el cercano Memorial de la Paz de Hiroshima.
Llegamos al puerto donde se coge el ferry (JR Miyajimaguchi Pier, cerca de la estación de metro de Miyajimaguchi) un precioso día de primavera de 2010 con el sakura desatado. El trayecto (incluido en el precio del JR Pass) dura apenas unos 10 minutos. A medida que nos íbamos acercando a la isla y al famoso torii, todo el mundo se vino a la vez a estribor a sacarle una foto. Se me pasó por la cabeza la idea de que lo mismo naufragábamos y que el torii sería lo último que vería. A pesar de su fama y belleza, la idea no me proporcionó una especial paz interior. La marea estaba alta y la estructura anaranjada emergía elegantemente del agua. Si le sumabas el santuario y la isla con las montañas cubiertas de bosques al fondo, aún sin conocer todo-todo Japón, era difícil no darle la razón a Hayashi-sama.
Una vez desembarcas en la isla, aparte de muchas tiendas, quioscos y algún hotel, lo primero que te encuentras es otro torii, éste de piedra y escoltado por dos leones, entrada habitual a los santuarios sintoístas. También había mucha gente. Y ciervos que se comportaban como los de Nara. Luego me enteré de que es lo esperable, ya que los traen desde allí una vez crecen y se han acostumbrado a la presencia humana (a dar por saco a los turistas, vaya).
Los orígenes del Santuario de Itsukushima se remontan al siglo VI, aunque el templo actual data de 1000 años después y es una copia de un diseño del siglo XII. Está construido sobre postes y tablones de madera y su forma se asemeja a un muelle o embarcadero, encontrándose sobre el agua cuando la marea está alta. Los peregrinos y devotos llegaban en barca y podían visitarlo sin poner los pies en la isla, que era territorio sagrado y estaba vedado a la gente común.
Cuando baja la marea se forma la típica playa fangosa de bajamar y se puede caminar tranquilamente por los alrededores del Santuario, llegando incluso hasta el torii “flotante”, que deja de serlo durante este tiempo. Comentar que a pesar de toda su fama, es de construcción bastante reciente (1875) y tiene 16 metros de alto.
Con la marea baja también se podía ver que la parte de la playa pegada al Santuario estaba atiborrada de monedas que la gente arroja al agua pidiendo un deseo. Los que hayáis leído mis posts sobre monedas os imaginaréis el trabajo que me costó dejar las manos quietas en los bolsillos y no llevarme ninguna. Pero con los deseos de la gente no se juega. Bueno, eso y que mi mujer no me hubiese dejado entrar en casa si se entera y los hoteles en Japón son bastante caros (al menos más de lo que recaudaría con dichas monedas).
A mí, lo que más me gustó de Miyajima (y en cierta manera su gran secreto) fue lo que no se ve a simple vista: el grupo de templos encajados en la ladera de la montaña y la subida al pico Misen, el más alto de la isla con 530 metros. Muchos visitantes se vuelven tras haber visto el Santuario de Itsukushima e ignoran el resto. En ese sentido, Miyajima me recuerda a Capri: si sales del primer decorado y te aventuras en las entrañas de la isla, la recompensa es enorme.
Por detrás del Santuario de Itsukushima y adentrándose en el interior de la isla por unas escaleras, hay un grupo de templos y santuarios quizás menos llamativos de aspecto pero muy bonitos también. Además, la cantidad de gente que llega a ellos es mucho menor, con lo que la visita es muy disfrutable. Destacar Senjō-kaku y su elegante pagoda de 5 pisos, Daishō-in o Daigan-ji.
Una de las recomendaciones que doy siempre cuando me preguntan sobre visitar Japón, es quedarse a pasar la noche en Miyajima. Merece muchísimo la pena pagar el extra que supone dormir allí. Dado el escaso número de habitantes locales y lo limitado del alojamiento en la isla, una vez que el último ferry se va tienes una tranquilidad inimaginable durante el día (ahora ya han extendido los horarios del ferry hasta última hora de la tarde-noche, cuando yo estuve en 2010 se terminaban sobre las 5 de la tarde). Te queda la isla poco menos que para ti solo/a, se disfruta mucho más y su belleza parece multiplicarse.
Aunque hay un telesilla que te deja a 20 minutos de la cima del monte Misen, nosotros decidimos hacerlo andando. La subida es empinada y se tarda entre hora y media y dos horas tomándotelo con tranquilidad. La bajada es algo menos, alrededor de una hora si no te paras. Las vistas a medida que vas subiendo son magníficas y una vez alcanzas la cumbre son aún mejores. Me pareció muy recomendable subir andando.
Una de las cosas que recuerdo es que, al subir a última hora de la tarde, sólo vimos a otra persona por el camino: un chino que llevaba una bicicleta…en peso. Incluso cuando subía las escaleras a alguno de los miradores se llevaba la bici. Dado que no podías ir montado, no sé cómo pensaba que se la podían robar. El tío hizo ejercicio, eso sí, que iba sudando a mares. Cuando regresamos al pueblo ya era de noche y el último tramo tuvimos que hacerlo con bastante cuidado ya que no había iluminación. Mejor llevarse una linterna si se va a subir tarde.
A lo mejor en verano hay más restaurantes abiertos y ambiente nocturno, pero a principios de abril estaba todo muerto y sólo vimos uno abierto. Allí estábamos concentrados los pocos que nos habíamos quedado a pasar la noche en la isla y que no teníamos cena incluida en los hoteles. La cena, a base de udon, fue sencilla pero bastante rica. Coincidimos con una pareja de españoles y nos sentamos a cenar con ellos. El chico nos contó que era diplomático de bajo rango y que para ir progresando poco a poco tenía que aceptar el destino que fuese. Al parecer llevaba 3 años en Dakka y nos dijo que la ciudad (y Bangladesh por extensión) era “un agujero infernal, y te lo dice alguien que ha estado destinado en unos cuantos agujeros”. Se escapaba del país en cuanto podía, y gracias a sus anécdotas, pasamos un rato estupendo.
El ryokan en el que nos quedamos a dormir era bastante básico y necesitaba una mano de chapa y pintura. Las habitaciones de estilo japonés no pasaban de correctas (quizás el alojamiento más justito en el que me he quedado en Japón pero sin estar mal). Por la mañana la dueña no quiso darnos el desayuno. Nos dijo que era típico japonés (pescado ahumado, sopa miso, verdura en salmuera) y que los extranjeros se le quejaban siempre. Así que como estaba hasta el gorro de los gaijins, nos devolvió unos yenes por las molestias y nos regaló el suvenir típico de Miyajima: una cuchara de madera llamada shamoji.
Ohhh la la! Intrépido aventurero que sube a la cumbre andando y sin linterna! Aquí una que subió en el telesilla a buena hora del día y que contemplo toas las islas de alrededor. Sin duda el templo lo mas flojete de la isla. A destacar que aquí los ciervos son brutales …españoles intrépidos que solo se les ocurre sacar un paquete de maíz…nos iban a comer a nosotros. Sobre la comida en la isla, a nuestro paladar Gaijin fue de las mejores de Japón. Una pena no quedarnos a dormir allí. Mi prima si lo hizo y le encanto 🙂 Por cierto, los mejillones deliciosos!!!
A mi me quedó pendiente el subir (estaba nublado y decidimos seguir paseando por la isla). Pero recomiendo también, como tu, el quedarse a dormir y no ver solo el templo de Itsukushima.
Fue una de nuestras mejores experiencias en Japón.
Subi andando al monte Misen, pero me asustaste con lo de bajar de noche y no llegue a la cima, aunque las vistas de la bahia desde el punto mas alto al que llegué eran increibles. Tambien hice noche alli, como dices una isla entera y MUY oscura para ti solo, asi como el unico restaurante que habia abierto, donde el camarero/cocinero se sentó a mi lado y explicó amable y detalladamente lo que me habia preparado. El hotel era muy pequeño, bueno en realidad una casa convertida en hotel con no mas de 4 habitaciones regentada por una amable señora y su hija de 6-8 años que correteaba por alli. Me dio de desayunar lo que quise y cuando quise ya que fui su unico inquilino aquel dia.
Te asustas con nada 😛
Como comentas, es sorprendente lo vacia que se queda Miyajima por la noche. Cuesta imaginarla asi durante el dia cuando esta hasta arriba de turistas.
El mes que viene vamos a Japón y Miyajima es una de las paradas que tengo marcadas como «obligatoria». Me apunto los templos del interior y el teleférico, ya que no hemos conseguido alojamiento para pasar la noche y tendremos que volver a Hiroshima a dormir.
Saludos! 🙂
Hola
Como he comentado en el post, el último ferry lo han retrasado varias horas y te puedes quedar en la isla bastante más tiempo, con lo que en un día da de sobra para verla bien. Animáos a subir andando en lugar de en el teleférico 😉
Que lo paséis muy bien!
Saludos
Perfecto, ya tengo todas las notas sobre Miyajima 😉 sabes que me tocará subir andando ¿no? te debo a ti la broma, gracias por recomendarlo porque ahora a ver como le digo al runner que suba en telesilla.
Gracias a tus consejos, haremos noche allí.
Un abrazo,
Subir andando es mas divertido y merece la pena. Deja que Berna suba corriendo y tu vas a tu paso 🙂