Aunque todo es discutible, creo que bastante gente estará de acuerdo conmigo en que si tuviésemos que elegir dos lugares que hayan quedado en la memoria colectiva como ejemplos para describir la brutalidad de la Segunda Guerra Mundial, esos serían Auschwitz e Hiroshima.
El destino de Hiroshima es universalmente conocido: a las 8:15AM del lunes 6 de agosto de 1945, un avión B-29 Superfortress de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos bautizado como Enola Gay, arrojó sobre ella la primera bomba atómica. Ésta, llamada “Little boy”, detonó a 580 metros de altura y prácticamente sobre el centro mismo de la ciudad.
Se estima que entre 70.000 y 80.000 personas fallecieron entre la explosión y los incendios ocasionados por la bola de fuego liberada. 70.000 personas sufrieron heridas de diversa gravedad y de entre ellas otras 10-12 mil más habrían perecido antes de terminar 1945. El llamado “radio de destrucción total” alrededor del lugar de la explosión (hipocentro o zona cero) fue de más de un kilómetro y medio. Casi el 70% de los edificios de la ciudad fueron destruidos y un 6% más sufrieron daños de algún tipo. Muchas casas particulares eran de estilo tradicional japonés (madera y papel) y el fuego las devoró rápidamente. La Hiroshima que había sido una próspera ciudad industrial y portuaria fue borrada del mapa en apenas unos segundos. Las fotos de abajo mostrando el antes y el después de la explosión lo dicen todo. Y aún quedaban los efectos a corto, medio y largo plazo de la radiación, prácticamente desconocidos en aquel momento.
El 1955 se abrió al público el Museo Memorial de la Paz dentro del llamado Parque Memorial de la Paz de Hiroshima, en los alrededores de la zona cero. Desde entonces el complejo se ha convertido en centro de peregrinación de jefes de estado y otras personalidades importantes, millones de turistas extranjeros y es visita obligatoria para los escolares japoneses. Mi mujer fue con el instituto a principios de los 90 y un hibakusha (superviviente) les estuvo contando sus experiencias, haciéndoles llorar a todos a pesar del estoicismo y naturalidad del tono. En 1996 el complejo fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO con las objeciones de Estados Unidos y China, que alegaron “falta de perspectiva histórica” para no apoyar la candidatura.
La Hiroshima engalanada por el sakura que nos recibió en 2010 me pareció una ciudad tan llena de energía, pulcra y ordenada como el resto de las ciudades japonesas que conozco. De camino al popularmente conocido como Museo de la Bomba, se pasa por el Puente Aioi. Su poco habitual forma de T le hacía ser fácilmente reconocible desde el aire, por lo que se convirtió en el objetivo concreto hacia el que apuntaron el fatídico día de la bomba. Fallaron por unos 240 metros y, aunque el puente no fue destruido por la explosión, quedó tan dañado que hubo que derribarlo y construir uno nuevo.
Nuestra primera parada fue el museo. Me pareció mucho más que un sitio donde te cuentan lo que pasó. Merece ser visitado con tranquilidad e intentando transportarte mentalmente al lugar y los hechos que describe. Lo que más me gustó y lo que lo hizo una experiencia dura pero inolvidable fue que se centra en las historias personales de los que lo sufrieron. En lugar de soltar cifras, que acaban transformándose en algo abstracto, te cuentan la parte humana que había tras los objetos retorcidos, abrasados y deformados.
Entre los más conocidos está el reloj de pulsera detenido para siempre a las 8:15. Como dice la letra del clásico de OMD “Enola Gay”: It’s eight fifteen and that’s the time it’s always been. A mí lo que más me impresionó fueron las sombras que dejaron en algunos edificios personas virtualmente desintegradas por el calor de la explosión.
Me parece que el museo consigue hacerte sentir (en lo posible, claro) como fue la experiencia para los que la vivieron, todo ello en una atmósfera de solemnidad y respeto en lugar de rabia y venganza. Las lágrimas que contuve a duras penas durante la visita se me cayeron a borbotones días después al ver el documental de la HBO “White light, Black rain” y comprender hasta qué punto el sobrevivir al bombardeo y perderlo todo no fue más que el principio del calvario para los hibakushas.
La Cúpula Genbaku (Genbaku Dōmu en japonés y también conocida como Memorial de la Paz de Hiroshima) es, junto al museo, el otro gran símbolo del infausto pasado atómico de la ciudad. El edificio fue inaugurado en 1915 y se usaba principalmente para exposiciones educativas y de arte. El hipocentro fue apenas a 150 metros de la cúpula, matando instantáneamente a toda la gente que estaba dentro. La mayoría de la fuerza expansiva tras la explosión fue hacia abajo y, dado que el edificio estaba prácticamente en la vertical, fue capaz de aguantar sin derrumbarse completamente. Fue la única estructura que lo hizo en el anteriormente mencionado “radio de destrucción total”.
A pesar de que en un principio iban a demolerlo como parte del proceso de reconstrucción de la ciudad, se decidió dejar como recuerdo de los efectos de la bomba y como símbolo del momento más negro en la historia de Hiroshima. Aparte de pequeños arreglos para apuntalar la estructura, el edificio está prácticamente igual que el día que fue destruido.
Sadako Sasaki tenía dos años y medio el día de la explosión. A pesar de ser alcanzada por la onda expansiva, sobrevivió sin lesiones aparentemente importantes. Pero en 1954 le diagnosticaron una leucemia derivada de la radiación a la que había estado expuesta. Siguiendo una tradición japonesa, se propuso hacer mil pajaritas de papel para que así le fuera concedido un deseo: curarse. Sus amigas y compañeras de la escuela le ayudaron tanto a hacerlas como a conseguir el papel.
Una vez alcanzadas las mil figuritas decidió no detenerse y seguir haciéndolas hasta su fallecimiento a finales de 1955. En su honor y en el de todas las víctimas infantiles del ataque nuclear construyeron el Monumento a la Paz de los Niños. En lo alto del monumento hay una estatua de Sadako sosteniendo una enorme pajarita de papel. Alrededor hay paneles contando la historia de Sadako e invitando a niños y niñas de todo el mundo a depositar pajaritas de papel en unas urnas como homenaje a las víctimas y para pedir un futuro en paz y sin armas nucleares.
Hay otros muchos monumentos y recordatorios diseminados por el Parque Memorial de la Paz: el Cenotafio (con forma de arco invertido y los nombres de los fallecidos grabados en su superficie), el Memorial Hall (almacena historias personales de las víctimas y recuerdos de los supervivientes), , la Llama de la Paz, un montículo con cenizas de cuerpos sin identificar, las Campanas de la Paz..
El 6 de agosto de cada año se celebra en la zona del parque la Ceremonia de la Paz para conmemorar a los fallecidos y rezar por la paz en la que participan supervivientes y familiares de las víctimas. Ese mismo día al anochecer se encienden velas que se depositan en el agua del rio Motoyasu para despedir a los espíritus.
Gracias a David-Muggsy por prestarme un par de sus fotos.
Fotos de Hiroshima y Nagasaki tras el bombardeo
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¡Ya está a la venta mi primer libro sobre Japón!: La mujer que visitaba su propia tumba. Una historia de Manchukuo
Simplemente precioso. El lugar que más nos impactó de nuestro viaje a JApon. En el mundo ha habido dos lugares que me han encogido el alma: Dachau y Genbaku. No pudimos ir al museo porque llegamos muy tarde. Un atardecer en silencio que nunca olvidaremos.
Es sobrecogedor…y además creo que está bien que no olvidemos las barbaridades que la humanidad puede cometer (y de hecho, por desgracia, siguen cometiendo).
Pero el borrar tantas vidas de un plumazo asusta y mucho…
Yo tampoco pude contener alguna lágrima, la grabación es muy emotiva.
Y como no, dejamos nuestro origami en el monumento de sadako.
Sé que ested día será uno de los más duros de nuestro viaje a Japón, pero como dicen mis compañeras, no debe olvidarse lo que el ser humano puede llegar a hace en el nombre de «nosequé», me da igual lo que sea.
Muy buen post, nos ha tocado.
Gracias a las 3 por dejar un comentario.
La verdad es que no a todo el mundo le da tiempo a llegar hasta Hiroshima porque cae un poco lejos del eje Tokyo-Kyoto, pero a mi me parece una de las visitas esenciales de cualquier viaje a Japon.
En el museo estuve a punto de llorar… pero si se tiene la oportunidad de visitar Hiroshima es algo que no hay que perderse.
De hecho la nota de nuestro viaje a Japón fue que no hicimos ningún museo (ya que preferíamos visitar templos y la ciudad … al ir con el tiempo contado había que escoger) pero este museo era un rotundo SI.
Un recorrido parecido hicimos nosotros ayer. Gen y yo salimos del museo con dolor de cabeza, yo creo que reflejo del dolor en el corazón que nos produjo sentir en una millonésima parte tanta muerte y destrucción innecesaria.
Muy buen post.