“Arriba está el Cielo, pero en la Tierra están Hangzhou y Suzhou” – refrán chino.
No creo que me equivoque si digo que cualquiera que se sienta viajero habrá soñado alguna vez con ser Marco Polo. Cuando de adolescente leí su “Libro de las Maravillas” (y un poco más adelante el magnífico y mucho más picante bestseller “El Viajero” de Gary Jennings) se me quedó grabado un sitio en la memoria: Hangzhou. El veneciano dijo que era “la más espléndida y celestial ciudad en el mundo” y otro viajero de leyenda como Ibn Battuta le dedicó palabras similares. La principal razón para tanto elogio es el Lago del Oeste, uno de los lugares turísticos más famosos de China desde hace siglos y que ha inspirado a legiones de poetas, pintores y artistas chinos a través de los tiempos. La UNESCO lo incluyó en su lista del Patrimonio de la Humanidad en 2011.
Fechas: 16 al 18 de junio de 2016.
Cuándo ir: la primavera y el el otoño son los mejores momentos. En verano hace mucho calor y es húmedo. En invierno refresca bastante pero sin llegar a hacer mucho frio. Los días que yo estuve hizo entre 25 y 30 grados de máxima y aunque hacía calor (y bochorno cuando se nublaba), se estaba muy bien. Las noches fueron cálidas y agradables.
Tren de ida:
Nanjing South – Hangzhou East en la línea de alta velocidad. Buen servicio y puntual. Comprado en la web Ctrip con 3 días de antelación y recogido en ventanilla. Precio 137.5 yuanes. Los billetes de tren reservados por internet tienen un recargo de 20 yuanes.
Vuelo de vuelta:
Hangzhou Xiaoshan (HGH) – Beijing Capital (PEK) con Air China. El avión fue un Airbus A321 bastante nuevo. El servicio fue bueno, con bebida y snack incluidos. El vuelo duró 2h10min y fue tranquilo. Comprado en la web china Ctrip con 5 días de antelación. Precio: 628 yuanes.
El metro no llega hasta el aeropuerto. Hay un autobús que sale de un aparcamiento situado en los alrededores de la estación central de trenes. Dentro del aeropuerto hay carteles que indican como llegar al autobús y no es difícil encontrarlo, aunque es buena idea hacerle una foto a uno de los carteles por si hay que preguntarle a alguien una vez se sale a la calle. Cuesta 20 yuanes y se tarda una hora.
Metro
Como la mayoría de los metros que he utilizado en China me pareció muy limpio, nuevo, fácil de usar porque (casi) todo está en inglés y baratísimo (2 yuanes).
Alojamiento
Tras varios días de alojamientos algo justitos en Harbin y Nanjing y siendo Hangzhou mi última parada del viaje, quise estirarme un poco más. Encontré en la web Ctrip este elegante hotel-boutique con una oferta de dos noches a mitad de precio (313 yuanes por noche) y fue todo un acierto. Las habitaciones eran amplias, bonitas y muy cuidadas. El servicio fue muy agradable (hablaban algo de inglés) y el desayuno muy bueno. El único “pero” fue que, aunque aceptaban tarjetas, la máquina tuvo a bien declinar las 3 que yo llevaba, con lo que tuve que ir a un cajero a sacar dinero en efectivo para pagar tanto el depósito como la cuenta final.
El hotel está en la zona de la calle Hefang, al suroeste del lago. Es la parte antigua y peatonal de la ciudad, donde se suelen quedar los turistas (yo la recomiendo sin duda) y desde la que se llega a la orilla del lago andando en apenas 10 minutos. La parada de metro más cercana es Ding’an Road (定安路) en la Linea 1.
Muy cerca del hotel, en Daijing Alley, está el albergue internacional Ho Fang Youth Hostel, en el que te lavan la ropa en 24 horas (3 kilos por 30 yuanes) y la chica que estaba en la recepción era un encanto y hablaba inglés de maravilla. Además te podías sentar allí a tomarte algo y charlar con otros viajeros. También me pareció un muy buen sitio donde dormir.
Comer
Tanto en la calle Hefang como el los callejones de alrededor hay infinidad de sitios para comer, desde puestecillos a restaurantes pasando por tascas llenas de gente local. Yo cené (muy bien) ambas noches en un restaurante llamado Zhou Ji justo en la esquina de Shiwu Alley con Zhongshan Rd (aquí en el mapa). La comida estaba muy rica (aviso que el pollo te lo sirven con la cabeza, algo común en China) y pagué de media unos 60 yuanes por una cerveza y dos platos. En el perímetro del lago también hay muchos sitios para comer, pero no probé ninguno.
VISITANDO HANGZHOU
Como ya he comentado al principio del post, la razón por la que Hangzhou ha sido desde hace siglos uno de los lugares turísticos más importantes de China es su legendario Lago del Oeste (Xī Hú, 西湖). Esta enorme extensión de agua salpicada de templos, pagodas y rincones de ensueño sigue conservando su encanto y belleza a pesar de estar rodeada de una grisácea jungla de cemento. Es probable que si te compras una pintura/calendario/mantel/posavasos mostrando una idílica imagen china clásica, ya sea en Sotheby’s o en el “todo a 1 leuro” más cercano a tu casa, ésta sea una vista de alguno de los rincones del lago.

El Lago del Oeste desde la pagoda Liefeng
En la antigüedad la zona estaba cubierta por una laguna cuyo tamaño y forma variaba con las lluvias y las inundaciones. El lago como tal tomó una forma aproximada a la actual tras unos intensivos trabajos de dragado en el siglo 8 d.C. A medida que iban pasando las décadas y siglos las diferentes dinastías lo iban embelleciendo y adornando con todo tipo de construcciones y vegetación, adquiriendo casi de inmediato una enorme fama. A mediados del siglo XIX, la rebelión Taiping tuvo desastrosas consecuencias para Hangzhou: la toma de la ciudad por los rebeldes y el subsecuente asedio de las tropas imperiales para recuperarla dejaron todo reducido a un montón de escombros y a su población diezmada, acabando con Hangzhou como lugar próspero y centro de comercio. La Revolución Cultural (un nombre tristemente irónico para el holocausto del patrimonio cultural chino) acabó de rematar la faena, dejando los tesoros arquitectónicos del lago bajo mínimos. La gran mayoría de las construcciones actuales son fruto de un intenso programa de restauración llevado a cabo desde el comienzo del nuevo milenio.
De cara a organizar la visita al lago, merece la pena repetir que es muy grande (casi 6 kilómetros cuadrados) y que, como la cantidad de posibles visitas entre palacios, museos, parques, templos y pagodas es cuasi infinita hay que seleccionar bastante a no ser que se disponga de una semana entera para verlo. Solamente circunvalarlo lleva varias horas y es buena idea plantearse alquilar una bicicleta. También se puede hacer una buena parte en un mini autobús eléctrico en el que te puedes subir y bajar tantas veces como quieras.
Hay 10 lugares tradicionales considerados “obligatorios” por su belleza y vistas. Tienen nombres de otra época, tan bonitos y poéticos que, aunque en cualquier otro lugar sonarían cursis, aquí no te cansas de repetirlos en voz alta una y otra vez: “Tres estanques reflejando la luna”, “Oropéndolas cantando en los sauces”, “Luna de otoño sobre el Lago Tranquilo”, “Nieve que permanece en el Puente Roto”, “Picos gemelos atravesando las nubes”…
Uno de ellos es la imponente pagoda de Leifeng (“La pagoda de Leifeng en el resplandor de la tarde”), en la orilla sur de lago. Construida a finales del siglo X, se derrumbó en 1924 de puritito abandono. Fue reconstruida en 2002 en el mismo sitio donde estuvo la anterior (se pueden ver los cimientos y algunos restos excavados en la planta baja) y a mucha mayor escala, pero guardando parte de la esencia original (planta octogonal, 5 pisos). La entrada cuesta 40 yuanes y tiene escaleras mecánicas y ascensores por si no quieres subir andando. Las vistas son fantásticas y, curiosamente, a pesar de que en Hangzhou había muchos turistas extranjeros, sobre todo comparado con Manchuria/Dongbei, este fue el lugar en el que la gente local se hizo más fotos conmigo en mis recientes viajes a China.

La pagoda Leifeng

Los restos de la antigua pagoda
Otro es la Calzada Su (“Atardecer en la Calzada Su en primavera”), un camino flanqueado de varios tipos de árboles y con 6 puentes de piedra que atraviesa el lago de sur a norte, dividiéndolo en 2 partes. Más corta pero también preciosa es la Calzada Bai, en la orilla norte del lago, que comienza en el Puente Roto y cruza la colina Gu, situada en la isla más grande del lago. La isla que se ve en el centro se llama Yingzhou y es el lugar donde están los “Tres estanques reflejando la luna”. Hay barcos de época que te llevan a las islas y que cruzan de un extremo al otro del lago, el precio es de 55 yuanes y salen continuamente. En la orilla Este (la más cercana a la calle Hefang) se puede ver el embarcadero imperial y junto a este el templo del rey Qian (15 yuanes) en el que merece la pena entrar. La parte norte está dominada por una zona montañosa (la colina de la Piedra Preciosa) con diversas visitas interesantes (el templo taoísta de Baopu, el parque de la Cueva del Dragón Amarillo y, coronándola, la pagoda Baochu, pero no tuve tiempo de visitar ninguno. Otros lugares recomendados que no pude visitar son el mausoleo del general Yue Fei, los templos Jingci y Lingyin y la pagoda de las Seis Harmonías.

El embarcadero imperial

Templo del Rey Qian

La pagoda Baochu
Orientarse en el lago puede ser una tarea ardua a veces. Aparte de su tamaño, el camino que lo circunvala no siempre va pegado al agua y se suele perder en decenas de recovecos y rincones, cada uno con múltiples construcciones. Para ver alguna de las cosas mencionadas arriba hay que alejarse hasta varios kilómetros y requiere organizarse bien para no perder mucho tiempo. Una visita básica pero suficiente se puede hacer en un día y medio intensos. El lago me pareció una maravilla y responde de sobra a las altas expectativas que crea, la única pega que se le puede poner es que, como casi todo es una reconstrucción reciente, a veces da la sensación de estar demasiado nuevo, sin la elegante pátina que dan el tiempo y la Historia.
La otra parte de la ciudad que merece la pena visitar, sobre todo para ir a cenar, es la calle peatonal Hefang y los alrededores(Distrito Histórico Cultural de Qinghefang), una maraña de callejones peatonales que datan de la época de la dinastía Song. Hay un gran ambientazo durante todo el día, pero especialmente por la tarde-noche cuando se encienden los farolillos y los turistas vienen en masa a tomar algo tras visitar el lago. Hay puestecillos y muchísimas casas de aspecto clásico que albergan todo tipo de comercios, restaurantes y casas de té, incluidas tiendas de medicina tradicional. Bajando por los callejones hacia el sur se llega a la (totalmente reconstruida) muralla y la Torre del Tambor. De aquí parten los caminos que suben a la engañosamente grande Área Escénica de Wushan, en la que hay varios templos y el pabellón del Dios de la Ciudad en la cumbre. En la esquina de la calle Hefang que está más cerca del lago hay una oficina de turismo donde hablan inglés y te dan un buen mapa, ambas cosas un raro placer en China.

La calle Hefang

La calle Hefang

La Torre del Tambor
Precioso artículo, a la vez que muy útil.
Magníficas las fotos. Muchas gracias.
Muchas gracias Andrés, me alegro de que te haya gustado