Mucha policia, poca diversión (y II)

Mucha policía, poca diversión (I)

MARRUECOS 2006

El siguiente capítulo es en Agadir, Marruecos. Estaba viajando solo y había alquilado un coche para bajar por la costa hasta Sidi Ifni. Ya de vuelta en Agadir para devolverlo callejeaba un poco perdido buscando las oficinas de la compañía de alquiler.

Pasé un par de veces por la misma calle y en el momento en que mi cara de despiste debía ser mayor vino corriendo hacia mí un policía que estaba en la acera contraria (calle de 4 carriles, 2 por cada lado) esquivando coches y haciendo gestos ostensibles y enérgicos para que me echase a un lado. A la misma vez otro policía, con una especie de joystick del Spectrum en la mano, echó a correr hacia el coche. Cuando el primer policía llegó a donde estaba aparcado empezó a hacer aspavientos bastante melodramáticos con los brazos en alto diciendo «la vittese! la vittese» y se volvía a su colega, que entretanto había llegado y estaba sin resuello, como preguntándole «¿no es verdad que iba a toda pastilla?».  El otro respondía afirmativamente con movimientos de cabeza y enseñándome el cacharro que resultó ser  una pistola de medición de velocidad, la cual milagrosamente (y convenientemente) mostraba el número 67.

A pesar de que estaba claro que era una encerrona, era imposible no tomárselo con cierto humor. Era asombroso lo bien compenetrados que estaban y lo ensayado que lo tenían. Se me venían éstas imágenes a la cabeza

y no podía reprimir una media sonrisa mientras Hernández y Fernández repetían las mismas cosas una y otra vez cada vez más acalorados.

Al verme sonreír el poli que llevaba la voz cantante sonrió también, dando por supuesto que nos entendíamos y que su admirado público no los iba a decepcionar. Me dijo: «son 300 dirhams» (curiosamente un poco menos de 30€, se ve que en todas partes empiezan pidiendo más o menos lo mismo). Le dije: “Todo lo que tengo es 6€“ y le miré con cara de «estoy diciendo la verdad, y aunque os merecéis dinero por vuestra fantástica actuación todo tiene un límite».  Se los tendí y los hizo desaparecer en su bolsillo en un nanosegundo (debía ser prestidigitador aficionado en sus ratos libres) y me preguntó: «¿qué estás buscando?»

Le dije el nombre de la compañía de alquiler y me dijo: «llega al final de la calle, primera a la izquierda, segunda a la derecha. Adiós». Al final fue como pagar por un GPS. Volvieron a sus puestos para exprimir al siguiente turista empanado y yo salí de allí por patas (ruedas).

A todo esto, toda la secuencia descrita arriba se desarrollo en francés y mi nivel es MUY básico. Así que desde entonces, cuando me preguntan si hablo francés siempre contesto: «el suficiente como para que la poli me de el palo»

ESTADOS UNIDOS 2000

Pasé casi todo el año 2000 viviendo en Columbus, haciendo el proyecto fin de carrera en Ohio State University. Una de las primeras cosas que hice una vez me hube establecido un poco fue comprar a medias con Pedro, mi compañero de piso, un Toyota Tercel del 85 totalmente abollado y bastante ruinoso por apenas US$200 y al que inmediatamente apodamos el troncomóvil, en honor al legendario coche de Los Picapiedra.

Un día, camino del aeropuerto a recoger a Pedro que volvía de España, me encontré con un atasco en la autopista con una buena cola de coches parados. El que venía detrás mía no me vio frenar y se empotró a cierta velocidad contra el troncomóvil. El otro coche era un BMW grande (serie 5 creo) y prácticamente se le desintegró el morro con el impacto, hasta el punto de salpicar de aceite toda la parte trasera del mío. El troncomóvil estaba casi intacto, es decir, si se le había hecho alguna abolladura nueva ni se le notaba con tantas que tenía. Bueno, y parte del tubo de escape se le había caído al suelo, pero es que iba atado con una cuerda tras una reparación casera.

A los mandos del troncomóvil

El conductor del otro coche salió, nos preguntó si estábamos bien y se disculpó. Llamamos a la policía para que levantase el atestado y mientras esperábamos a que llegase no dejaba de mirar asombrado su ex flamante BMW, repitiendo ensimismado «mi coche destrozado y ESE coche intacto» (léase ESE con todo el desprecio posible que cabe en tres letras).

El policía, nada más llegar, nos pidió a ambos los papeles. Al poco vino hacia donde yo estaba y el dialogo que siguió fue más o menos así:

Poli: este carné de conducir no es válido (sostenía el célebre cacho de cartón español con dos dedos como si le fuese a pegar una enfermedad contagiosa)

Yo: si, si lo es. Es español, equivalente al internacional de la UE y reconocido en el código de circulación de Ohio…

Poli: (pausa) no, necesitas un carné del Estado de Ohio

Yo: no. Sólo se puede sacar a partir de los 6 meses de estancia y llevo aquí 4. Hasta entonces el español es válido (pseudo-sonrisita de «cómo ves soy un  listillo que se ha leído todos los papeles, así que déjame tranquilo»)

Poli: (pausa más larga) no. este carné no es válido y estoy convencido de ello. Estas conduciendo ilegalmente, así que me llevo el coche y te voy a dar una citación judicial

Jaque mate. Se me fue la sonrisita al momento. A pesar de mis protestas, una grúa se llevó mi coche al depósito y el desgraciado del poli nos dejó en una gasolinera en mitad de la nada. Suerte que una amiga estaba en casa y nos vino a buscar (Luisa, si alguna vez lees esto, gracias de nuevo).

En las dos semanas que pasaron hasta el juicio recibí bastantes cartas y llamadas de compañías ofreciéndose a representarme para sacarle hasta el tuétano a la otra parte. Eran muy agresivas, del tipo: «no hable con nadie, no diga ni haga nada hasta que le llevemos a una clínica para un reconocimiento médico». Estaba claro que tenían el informe policial con mis datos y así consiguieron contactarme. Supongo que será práctica común en Estados Unidos, pero a mí me pareció desagradable e intrusiva. Les mandé a todos a paseo, al principio con cierta educación y luego sin contemplaciones.

El juicio fue rápido. Fui el primero del orden del día y le enseñé al juez (de ascendencia hispana, se llamaba Antonio) lo que decía el código, mis billetes de avión con mi fecha de llegada al país y mi pasaporte. En apenas cinco minutos había ganado el caso. Me preguntó si quería algo mas y le dije que sí: «los 70 dólares que me han cascado por sacar el coche del depósito”. Me los devolvió sin problemas. Además me preguntó que si quería denunciar al policía porque su desconocimiento del código me había metido en este lio. Un flash con la imagen del garrulo aquel persiguiéndome pistola en mano por todo Ohio me hizo declinar la oferta con sudores frios. Le dije a mi compi Antonio que, gracias, pero esta vez iba a ser magnánimo y benevolente y que le perdonaba.

Pero como la banca siempre gana, al salir de los juzgados con expresión triunfal y listo para celebrarlo con mis amigos, me encontré con que el tiempo en el parquímetro se había acabado y que tenía una señora multa…que tuve que pagar y no hubo manera de que me la quitaran…

A pesar de esa multa esta historia tiene final feliz: unas semanas después del accidente recibí un cheque por casi US$1000. Era el seguro del BMW. Habían ido a ver el coche, lo habían considerado irreparable y ese era el valor estimado. No está mal si tenemos en cuenta que el troncomóvil siguió recorriendo indomable e incansable las carreteras de Ohio al menos un par de años más. Ese cheque pagó un viaje de 5 días a Nueva York para dos personas y unas cuantas rondas en mi añorado Out-r-Inn.

BONUS TRACK: HOLANDA 2001

Verano de 2001, recién contratado por CMG me mandan a Utrecht unos meses para ir a diferentes cursos y trabajar en las oficinas centrales. La empresa me alquiló un ático en una típica casa holandesa en Schoolstraat, junto a Wilhelmina Park, en pleno centro histórico de la ciudad. Un verano fantástico.

Un sábado de agosto, estando Ilde y Lourdes de visita, salimos temprano para pasar el día en Brujas. Al pasar por delante de la puerta del vecino vi una bolsa de basura grande en el descansillo y me vino a la cabeza que olía muy mal desde hacía unos pocos días, así que hice una nota mental para comentarle al volver por la noche que, por favor,la bajase.

Cuando volvimos por la tarde noche había dos coches de policía en la puerta del edificio. Al entrar y empezar a subir las estrechas escaleras notamos que el olor era horrible y muy penetrante. Al pasar por delante de la puerta del vecino vimos que estaba abierta, había 3 o 4 policías dentro muy atareados y el olor era realmente insoportable. Pasamos de largo rápidamente y cuando apenas habíamos entrado en el piso, uno de los policías llamó a la puerta. Me preguntó si yo vivía allí y le respondí afirmativamente. Ante mi asombro me dijo que habían encontrado muerto al vecino y que debía de llevar así unos cuantos días, porque estaba en estado de descomposición. Aunque la muerte parecía haber sido por causas naturales, necesitaba hablar conmigo y hacerme unas cuantas preguntas.

Le contamos Alba y yo lo que habíamos hecho los últimos días con cierto detalle (resultó que Alba había sido la última persona en verle con vida 3 o 4 días antes al cruzarse con él en las escaleras). Además le comentamos que Lourdes e Ilde acababan de llegar de visita para que no les tocase interrogatorio a ellos. Subí con el agente a la buhardilla para ver si alguien podría haber entrado por allí y comprobamos las cerraduras de la calle y del balcón, que estaban intactas. Nos dejó una tarjeta por si recordábamos algo más y se fue a seguir comprobando cosas en el piso de abajo.

El momento estrella llegó al día siguiente, cuando tuve que decirle al jefe de mi equipo y a la secretaria coordinadora lo que había pasado y que la policía me había pedido que no saliese del país por el momento “por si acaso”. La cara de la coordinadora fue un poema y el jefe holandés me miró muy serio y dijo: “¿entonces, eres sospechoso de asesinato? ya dije yo que no era buena idea lo de contratar españoles…”. Tardó unos interminables segundos en echarse a reír y darme un par de palmaditas en el hombro mientras a mi me caía el sudor a chorros por la espalda. Llevaba apenas unas semanas en la empresa…

Al final resultó que el vecino era un señor de unos cuarenta y pico que vivía en París y había intercambiado el piso con sus sobrinos para el verano, con tan mala suerte que le dio un infarto estando solo. Al no tener noticias de él durante unos días los sobrinos avisaron a la policía. Unos días más tarde la pareja que vivía en el piso subieron a disculparse, como si hubiese alguna razón para hacerlo. Se les veía muy abatidos, lógicamente.

Pero lo que mas recuerdo es que cuando el policía se fue después de las preguntas, los cuatro nos quedamos anonadados y sin saber que decir, bastante inquietos, sobre todo Ilde que creo que era la primera vez que salía de España y la sobredosis de aventura le hacía respirar entrecortadamente. En esas una enorme mosca verde entró por la ventana y el comentario me salió del alma: “eh! la fiesta es abajo”. Eso hizo que se liberase la tensión acumulada y nos dio un ataque de risa nerviosa tal que no podíamos parar y que duró un buen rato. Y con la policía todavía abajo y supongo que flipando con las extrañas carcajadas que venían del piso de arriba.

Schoolstraat sin policia

Schoolstraat sin policia

La casa del horror en Schoolstraat

La casa del horror en Schoolstraat

10 comentarios en “Mucha policia, poca diversión (y II)

  1. Lo del fiambre en el piso de abajo fue inolvidable. La calle no tenía nada que envidar a Hill Street toda llena de coches de maderos con petos rojos que más bien parecían repartidores del Telepizza a domicilio. Lo peor, el hedor concentrado y recalcitrante acumulado varios días que emanaba a través de las escaleras estrechas y enmoquetadas de color azul (después del pobre galo, por supuesto). Fue toda una aventura y me dije: «oye, esto de salir al extranjero tiene su cosa».

    PD: Creo que la mosca no era verde sino negra, (al menos el costado izquierdo), pesaba unos 200 gramos, usaba queroseno y eructaba.

    Un abrazo.

  2. Gracias por el comentario Iltri.
    Menudo día aquel. La mosca siempre ha sido verde en mi memoria pero como tú estabas junto a la ventana acepto tu versión 🙂
    Londres te espera para más aventuras!
    Un abrazo

  3. Hola Willardo, gracias por el comentario. En la del juicio en EEUU si que pase un mal rato cuando estaban diciendo todo el rollo ese de «si se declara inocente bla bla, si declara no culpable bla bla», pero menos mal que duró poco y me absolvieron enseguida.

    Y la de Holanda shock total y un mal rato que rememoramos constantemente.

    La de Marruecos si que estuve tranquilo porque estaba claro lo que querian y no fueron demasiado pesados ni agresivos.

    un saludo

  4. 🙂 Si me gustó la primera parte, esta me ha encantado. No es sólo la recopilación de peripecias surrealistas, sino la forma de contarlas. Lo de la mosca se sale. Saludos.

  5. ostia p…!! que mal rollo lo del muerto :S vaya tela de historias que tienes eh!!

    Al menos lo de EEUU te salió bien…pero vamos quemal trago lo del juicio! me he reído lo de imaginarte al poli persiguiendote… xD tomaste la decisión correcta jeje

    • La verdad es que sí que dio un poco de mal rollo Vero, pero yo lo sentí sobre todo por la pareja dueña del piso…bufff.
      Lo de USA y el juicio quedó en una aventura de las buenas, pero mejor que no se repita 😀

  6. Vaya historias y vaya (genial) forma de contarlas. Yo no tengo muchas así en el extranjero, salvo con los de aduanas quizás. Y, bueno, en Benín donde a cada pocos kilómetros nos paraba la poli y había que sobornarlos, pero de eso se encargaba nuestro conductor.

    Donde sí he tenido alguna es en España. Por ejemplo, una vez yendo en un tren debieron pensar que me dedicaba al trapicheo y me registraron de arriba abajo en un compartimento vacío. Ante mi nerviosismo debieron de convencerse de que era un camello de verdad, y no sé como me soltaron. Y otra cuando, tras un gran atentado de ETA en Madrid, teníamos que salir de la ciudad un amigo y yo en un coche con matrícula de San Sebastián. Por supuesto, nos pararon en el primer control y creí que nos mandaban a la trena directamente. Muy inteligente la poli, supongo que no cayeron en la cuenta de que si hubiéramos sido los autores jamás hubiéramos tratar de escapar en un auto con dicha matrícula.

    • Hola Floren, como siempre gracias por tu aportación.

      No deja de ser curioso que a pesar de haber estado en casi todo el mundo apenas hayas tenido incidentes por ahí fuera y sin embargo «en casa» las hayas pasado moradas más de una vez.

      En Benín, iban incluidos los sobornos en el precio que te cobraban?

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