Hay que cazar a Micheal Ray

Como el mismo David Stern admitiría treinta años después en su última rueda de prensa como Comisionado de la NBA, el bigote que lucía en 1984 cuando tomó posesión del cargo le quedaba bastante ridículo. Pero ahí acababa lo ridículo del personaje, un cerebro privilegiado que llevaba 4 años moviendo los hilos desde su posición de Presidente Ejecutivo de la liga para librarla de los que él veía como sus dos principales problemas: las dificultades económicas y la mala imagen por el extendido consumo de drogas. Así, y tras haber llegado previamente a un acuerdo con el sindicato de jugadores, se implantaron dos medidas que han sido capitales en el discurrir de la NBA hasta nuestros días: el tope salarial (en la 84-85) y el programa anti drogas.

David Stern

En la NBA de finales de los 70 (esa década de afros imposibles y campeones aún más imposibles) y principios de los 80, el consumo de marihuana y cocaína era generalizado, pero esta última droga era la que realmente preocupaba a los mandamases de la liga. Un artículo del periódico Los Angeles Times denunciaba que hasta un 75% de los jugadores la usaba con más o menos frecuencia y los propios jugadores, aunque no acababan de ponerse de acuerdo en la cifra, pensaban que no iba muy desencaminada.  Off the record,  por supuesto. El comisionado O’Brien, acorralado y bastante fuera de onda, echaba balones fuera diciendo que no creía que el consumo fuese mayor que en el resto de la sociedad estadounidense, pero a la vez le era imposible no admitir que la NBA tenía un problema muy serio. De la mano de Stern se firmó un acuerdo con la asociación de jugadores en septiembre de 1983 para que hubiese controles obligatorios para detectar la presencia de cocaína y heroína. El plan incluía zanahoria (perdón y clínicas de desintoxicación para los que admitiesen su problema por voluntad propia) y un gran palo (expulsión de la liga de por vida tras 3 positivos).

Micheal Ray Richardson nació en Lubbock, Texas, en 1955. A los 6 años su familia se mudó a un gueto de Denver, del que saldría (como en tantísimas historias parecidas) gracias a su habilidad y pasión por el baloncesto. Su periplo de 4 años en la universidad de Montana fue un éxito, con un año senior espectacular que le valió ser elegido con el número 4 del draft de 1978 por los New York Knicks. Alto (1.96) y atlético para su posición y capaz de jugar de base o escolta,  a la voraz y desquiciante prensa neoyorquina le faltó tiempo para denominarlo “el nuevo Walt Frazier”. Tras una primera temporada decepcionante, en su segundo año explotó  cual supernova, liderando la liga en asistencias y robos (batiendo de paso el record de los Knicks en ambas categorías), siendo nombrado en el mejor equipo defensivo de la liga y jugando su primer All Star.

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Las siguientes dos temporadas mantendría su gran nivel, jugando el All Star en ambas ocasiones y estableciéndose como uno de los mejores bases de la NBA, título oficioso de mejor defensor exterior de la competición incluido. En la 81-82 y con los Knicks en plena descomposición, su tortuosa relación con la gramática inglesa le hizo pronunciar una de las frases más famosas de la historia del equipo y que aún se usa habitualmente cuando las cosas van mal por la Gran Manzana: “The ship be sinking”. A estas alturas el buen rendimiento deportivo apenas podía ocultar lo que era vox populi en la NBA: MRR tenía una severa adicción a la cocaína que propiciaba un comportamiento errático, impredecible y con tendencia a la indisciplina. Tras la mala temporada, la llegada de Hubie Brown al banquillo conllevó una limpia total en el equipo, cuyo movimiento estrella fue mandar a Sugar Ray a los Golden State Warriors a cambio del futuro rey de la ciudad: Bernard King. Media temporada fue todo lo que duró Richardson en Oakland antes de volver loca a una directiva que le puso un lacito y lo envió con sus mejores deseos (de tenerlo lejos) a los Nets de Nueva Jersey.

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Una vez entró en vigor el plan de controles antidrogas, el rumor que corría entre los jugadores era que la NBA usaba agentes encubiertos para intentar pillarles. De Walter Davis, el tiro en suspensión más elegante de la liga, se dijo que la NBA lo cazó usando un agente femenino con la que subió a la habitación del hotel a meterse unas rayas. Davis acabó en rehabilitación y consiguió recuperarse como jugador. El otro rumor era que la maltrecha NBA no podía permitirse destrozar la imagen de sus mega-estrellas, con lo que irían a por jugadores que no saliesen en las portadas de los anuarios o que no fuesen los más mediáticos de sus equipos. Además, el objetivo prioritario eran jugadores que se creían irrecuperables por ser adictos y no consumidores esporádicos, ya que en ese caso probablemente hubiesen tenido que suspender la liga por falta de personal. Como hemos visto, Micheal Ray tenía todas las papeletas y algunas más para que le tocase…y una diana gigante tatuada en su espalda.

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En la pretemporada de la 83-84 y después de un partido amistoso en el Garden, Sugar estaba de fiesta con su compañero de equipo Darryl Dawkins en una casa particular. Dawkins quería volver al hotel y llamó a la puerta  del cuarto en el que Micheal Ray llevaba un buen rato encerrado con una chica, pero allí no había nadie. Al parecer la chica le dijo que sabía dónde conseguir cocaína de buena calidad y ambos se habían largado por la puerta de atrás. Uno de los invitados dijo saber dónde habían ido, así que pidieron un taxi para traer de vuelta al díscolo Sugar antes de que se metiese en líos. Dawkins recordaba que el taxista le resultó sospechoso: traje caro, aspecto impecable y conducía como si no supiese bien por donde iba. Tras rescatar a Micheal Ray volvieron a la fiesta y éste volvió a encerrarse con la chica en el cuarto con la intención de seguir bailando, pero ahora en horizontal. Cuando Dawkins fue a comprobar si la función había acabado para poder irse de una vez, descubrió que el pájaro había volado de nuevo. Cansado del comportamiento de su compañero de equipo, decidió regresar al hotel en taxi él solo. Curiosamente el taxista era el mismo de la vez anterior. De camino al hotel el taxi se echó a un lado y el atildado “taxista” le espetó furioso: “¿Dónde cojones está Micheal Ray?”. Vaciando los bolsillos delante del conductor y con su enoooorme sonrisa, Chocolate Thunder dijo: “a mí que me registren, yo estoy limpio”. Ya fuera del papel, el conductor le respondió: “no nos interesas tú, queremos a Micheal Ray, y le vamos a pillar, es una cuestión de dónde y cuándo”. Al bajarse del fake taxi Dawkins ni se molestó en pagar la carrera y al día siguiente puso sobre aviso a Sugar, pero apenas dos semanas después ya le habían pillado y era la segunda vez.

A finales del 83 los problemas de Richardson con las drogas ya eran públicos. Aprovechó  el plan de rehabilitación que ofrecía la liga y para diciembre ya había estado hasta 3 veces en clínicas de desintoxicación, perdiéndose todos los partidos hasta ese momento. Llegó  a convertirse en uno de los rostros de la epidemia de la coca en la NBA, grabando incluso un video oficial llamado “Cocaine drains” en el que alertaba de los peligros del polvo blanco (adelantándose a Maradona y Julio Alberto en este tipo de eventos). Los Nets, hartos, hicieron el amago de echarle, para acabar readmitiéndolo (supuestamente bajo presión de la liga) y MRR volvió a las canchas a pocos días para acabar 1983. Revitalizados, los Nets consiguieron clasificarse para los play offs en la octava y última posición de su conferencia. En el cruce les esperaban los actuales campeones, los Sixers de Moses Malone, el Dr J y el fo-fi-fo. Contra todo pronóstico (y con un Richardson estelar) les tumbaron en 5 partidos, rematando la eliminatoria en el Spectrum de Philadelphia, lo que aún se considera como una de las grandes sorpresas de la historia de la NBA. A pesar de caer contra los Bucks en la siguiente ronda, la temporada había dejado buen sabor de boca y el futuro se presentaba esperanzador tanto para el jugador como para la franquicia.

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La temporada 84-85 fue la de la resurrección del Micheal Ray Richardson omnipresente en la cancha y del que Larry Bird llego a decir que era el segundo mejor base de la liga tras Magic. Jugó  todos los partidos, hizo la mejor media en puntos de su carrera (20.1), lideró  la clasificación de robos y volvió al All Star. Había firmado un buen contrato de larga duración (4 años) y pasaba los controles semanales que éste estipulaba. Aun así, los Nets no acabaron de despegar y, aunque se clasificaron para la post temporada, cayeron estrepitosamente en primera ronda contras los emergentes Pistons. Sugar ganó el ahora desaparecido Comeback Player of the Year y estaba en su mejor momento. ¿Qué podía salir mal?.

El 27 de diciembre de 1985 los Nets celebraban la fiesta de navidad del equipo. Iban 19-12, llevaban 5 victorias seguidas y el ambiente general era bueno y distendido. Algunos jugadores se fueron a un Sheraton cercano a seguir la fiesta, entre ellos Micheal Ray, que estaba de buen humor y sonreía mientras bailaba con su mujer. El equipo le pidió a Dawkins que le echase un ojo, pero éste tenía una nueva novia y otras prioridades, así que le pidió a Bobby Cattage que le sustituyera como niñera.  En un abrir y cerrar de ojos y mientras su mujer iba al baño, Sugar se largó  de la fiesta con una chica en el Mercedes que le acababa de regalar a su esposa. A la mañana siguiente nadie sabía dónde estaba y empezó a cundir el pánico ya que no era la primera vez que desaparecía. Esa misma noche hubo una llamada a la oficina de los Nets. Era nada menos que Richardson, que con su característico tartamudeo dijo: “¡me han raptado! ¡Si no les doy 5000 dólares ya mismo me van a hacer mucho daño!”. Tras emitir un aullido lastimero, colgó el teléfono. Todos sabían que Sugar era un tipo duro, criado en calles y ambientes difíciles y que un intento de secuestrarlo acabaría con la muerte del secuestrador o la suya misma, por lo que supieron al instante que había vuelto a las andadas. Estuvo desaparecido toda la semana y a la vuelta lo mandaron directamente a un centro de rehabilitación, perdiéndose un mes de competición.

Al reintegrarse al equipo le contó a Dawkins lo que había pasado. En sus propias palabras: “Cuando mi mujer fue al baño se me acercó una chica blanca. No la había visto nunca pero te aseguro que estaba buenísima. Me dijo: ‘Sugartengo un conejito ardiendo para ti, cariño. Ven conmigo, le damos un poco a la pipa y luego te follaré como no lo han hecho nunca’. Me fui con ella a un motel y cumplió su palabra: la mierda era de primera y su conejo estaba al rojo vivo. Para cuando me desperté a la mañana siguiente ya era tarde para llegar al entreno, así que dije que ‘a la mierda’ y nos quedamos allí colocándonos y follando. Cuando me volví a despertar se había ido, pero decidí quedarme hasta acabarme toda la mercancía. Cuando vinieron a buscarme aún estaba completamente colgado”.

La mayoría de los jugadores estaban convencidos de que la liga había mandado a la chica, pero también de que MRR era una bomba de relojería que no necesitaba demasiada ayuda externa para explotar. A principios de febrero no se presentó a un entrenamiento y estuvo todo el día ilocalizable, pero pasó el control de drogas y solo le suspendieron con un partido. A pesar de ello, si mirabas al cielo cerca de donde estaba Micheal Ray podías ver a los buitres acechando en círculos a la espera de la caída final de lo que era ya un cadáver deportivo. No hubo que esperar demasiado. El 20 de febrero le sorprendieron forzando la entrada de su casa después de que su mujer hubiese obtenido una orden de alejamiento y la NBA le obligó a pasar un test en ese mismo momento. A la vuelta de un mini gira de dos partidos le comunicaron que había vuelto a dar positivo. Strike 3 y out, Richardson nunca volvería a jugar en un partido de la NBA. En la portada del anuario de los Nets de la temporada 1985-86 salía Buck Williams, y el año anterior había sido Darryl Dawkins.

 

La primera reacción de Richardson fue poner en duda la validez del test y solicitar uno nuevo, pero al poco se rindió a la evidencia, reconoció haber consumido y pidió ayuda públicamente para superar su adicción. Una vez más. El 25 de febrero de 1986 David Stern anunció en una rueda de prensa que Michael Ray Richardson era suspendido de por vida de jugar en la NBA (“mi momento más duro como comisionado”), aunque la sanción se revisaría dos años después. Ha quedado en la memoria que Sugar fue el primer jugador sancionado a perpetuidad por consumo de drogas, aunque ese “honor” realmente correspondió un mes antes al prolífico anotador John Drew, alero de los Hawks, dos veces All Star y hoy muy olvidado, pero que llevaba sin jugar en la liga desde finales de 1984. Curiosamente Drew también había participado en el citado video “Cocaine Drains”.

La reacción del vestuario de los Nets fue de alivio mezclado con pena. En general MRR era un jugador apreciado por sus compañeros, que le consideraban buena persona, pero dada su importancia en la plantilla, sus entradas y salidas del equipo y su indisciplina eran una distracción intolerable a medio largo plazo para construir un equipo alrededor suya. Esa temporada aún lograron clasificarse de nuevo para los play offs gracias al buen inicio (fueron barridos por los Bucks en la primera ronda), pero al año siguiente se desplomaron, convirtiéndose en uno de los peores equipos de la liga durante un lustro, hasta que volvieron a la post temporada de la mano de Petrovic, Coleman y Blaylock.

Esta historia tuvo dos finales felices. Uno fue que el pánico a perderlo todo hizo que muchos jugadores decidieran que había llegado el momento de darle un descanso definitivo a sus fosas nasales, a pesar de algunas expulsiones posteriores por uso de cocaína (Washburn, Tarpley, Dumas, Lloyd, Wiggins…). El exitoso regreso de Micheal Ray en la 84-85 había mandado el mensaje equivocado: si te pillan alguna que otra vez no pasa nada, puedes volver y acabar teniendo una carrera exitosa en la liga. Ahora estaba claro que la liga iba realmente en serio en el tema de la coca y que le podía tocar a jugadores con buen caché y no solo a marginales o semi retirados.

El otro final feliz es que Micheal Ray se convirtió en un regalo inesperado para los aficionados al baloncesto en Europa. Tras dos temporadas en ligas menores estadounidenses (CBA y AAU), Richardson fichó por la histórica Virtus de Bolonia para salvar su carrera y, posiblemente, su vida. Fue el comienzo de una legendaria carrera en Europa con numerosas paradas en las ligas de Italia, Francia y Croacia. El camino no fue siempre fácil o en línea recta (hubo más positivos en la época de la Virtus) pero finalmente consiguió superar su adicción para ser capaz de  mantenerse en activo, primero como gran estrella y luego como jugador de rotación, hasta la asombrosa edad de 46 años. En 2004 comenzó su carrera como entrenador, que por ahora le ha llevado con cierto éxito por los banquillos de ligas menores estadounidenses y canadienses, aunque el sueño de volver a la NBA pero esta vez en los banquillos, parece lejano.

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Paris, 1997. David Stern acompañaba a los todopoderosos Bulls del Dios Michael Jordan mientras ambos se daban un baño de masas en un partido de exhibición. La NBA se había expandido a la velocidad de las telecomunicaciones y ahora era un tremendamente exitoso producto global. Al descanso alguien se le acercó y le tocó en el hombro. Stern, curtido en mil y una batallas, se quedó sin aliento, dudó un instante y se fundió en un abrazo con Micheal Ray Richardson, que jugaba en Francia en aquella época. No hablaban desde aquel fatídico día de febrero de 1986. Sobre su expulsión de la liga, Sugar había dicho: “No estoy enfadado. Asumo totalmente la responsabilidad de lo que hice. David Stern me ayudó a salvar la vida”. Ambos vieron juntos la segunda parte del partido e iniciaron una amistad que continua hasta hoy.

Este artículo fue publicado en el número 3 de la revista especializada en baloncesto SKYHOOK.

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